Ropa en el suelo. Alcohol en las sábanas. Sangre en el espejo. Estás cansado. Vas por tu décimo folio en blanco. Piensas en el gato. ¿Quién lo habrá matado?
Suena una ranchera. Otra vez el móvil. La cabeza te estalla. El teléfono lo hace contra la pared. No encuentras en ella tu sombra. Tiempo atrás te abandonó. Nada te queda. Ni siquiera tu poesía.
Hace tiempo practicabas verso libre, o eso decías. Ahora sólo te sientes protagonista de “Una muerte en tu mochila”. Te aferras a un sueño. Ese grillete de avión será tu salvación.
Guardas una muda limpia y un par de profilácticos. Aún confías en tu virilidad. Un polvo en el infierno puede minimizar los daños, piensas. Iluso. ¡Mírate! No habrá santa que contigo el purgatorio gane.
Preparas tu última cena. Te imaginas como sería la siguiente con Elvis de telonero. Definitivamente crees que de love me no entender. De lo contrario, ella no te habría abandonado, ni tampoco llevarías días durmiendo con un puñal bajo la almohada.
No ansías cortarte las venas. Buscas sólo un remedio con el que partir en dos tus penas. El que no lo sea la navaja no es razón para que luzcas largas las arterias. No vas a la moda. Jamás hacerlo te gustó. Siempre preferiste el innovar. De ahí que sin paracaídas pienses intentar volar.
Finges ser indiferente al caos que te rodea. Oyes tambores de una guerra que está aún por librar. ¿Es la resaca, o sufres acaso alucinaciones? Todo iba mejor cuando vivías en el frente.
Anhelas tu infancia. De mayor querías ser farola, ¿recuerdas? Tu vida, dulce paradoja. Has acabado borracho en una lúgubre habitación, buscando a base de soplidos apartar la oscuridad. ¡Bendito iluminado!
Recoges tu arma. Limpias el espejo. ¿Tienes algún tipo de complejo? Tenerla más grande no te hace mejor. Ni siquiera menos frío. Piensas cómo la vida podría haber sido si te quedara algún amigo. Recuerdas que el que tenías lo cambiaste en el Congo por el abrazo de un pingüino.
Arrastrado. Así vives desde entonces. Eres un borrón en la cuenta del recuerdo. Ni siquiera tu cadáver asistirá a su sepelio. Pobre Diablo, y de segundo Indiferencia. Jamás una lápida a quién la porta mejor ha definido.
Vuelves a la mesa. Intentas vomitar algo que quizá un día hayas soñado. No redactas nada. Cualquier escrito tuyo es hace tiempo agua pasada. Vuelves a engañarte. No te falta inspiración, te faltan huevos pa’ matarte. En ello piensas, soñando que la besas.
Observas en el calendario tu via crucis particular. Parece ser hoy martes, y decides acostarte. También es día trece y, acabar con lo empezado, hoy ya no te apetece…
domingo, 24 de enero de 2010
miércoles, 20 de enero de 2010
You're missing
Quizá me enamoré de un reflejo, pero falta quien en el espejo se refleja. Falta cuando excluyo las luces, cuando cierro los ojos. Falta cuando The Boss canta.
Quizá me enamoró un reflejo
Quizá me enamoró un reflejo
de lo que pudo haber sido,
pero vivir en el engaño
fue mejor que este espejo.
Ya vendrán tiempos peores,
tan solo espera el ocaso.
La sombra de lo que fuimos,
la lluvia de los tejados.
No quieras soñar
aquello que puedas alcanzar
con el hielo de tus manos.
Los sueños nunca regresan
a este mundo, donde los muertos
dicen estar vivos,
a esta calle
dónde mueren cada noche,
los versos que te ofrezco.
Ábreme la puerta
si trato de huir por tu ventana.
No me hables del mañana.
No revivas el pasado.
Confieso que he pagado
las deudas del futuro,
otra vez sin un duro
más de lo mismo…
solo ante el abismo,
bajo este cielo oscuro.
de lo que pudo haber sido,
pero vivir en el engaño
fue mejor que este espejo.
Ya vendrán tiempos peores,
tan solo espera el ocaso.
La sombra de lo que fuimos,
la lluvia de los tejados.
No quieras soñar
aquello que puedas alcanzar
con el hielo de tus manos.
Los sueños nunca regresan
a este mundo, donde los muertos
dicen estar vivos,
a esta calle
dónde mueren cada noche,
los versos que te ofrezco.
Ábreme la puerta
si trato de huir por tu ventana.
No me hables del mañana.
No revivas el pasado.
Confieso que he pagado
las deudas del futuro,
otra vez sin un duro
más de lo mismo…
solo ante el abismo,
bajo este cielo oscuro.
Nuevos planes, idénticas estrategias
Vienen de ser trazados unos nuevos planes por los cuales en El Rincón la extraña pareja pueda dejar paso a una terna muy poco taurina. Quién sabe. Claro queda que la nueva firma que hoy aparece en uno de nuestros relatos sigue una idéntica estrategia a la hasta ahora seguida:
Utilizar la oscuridad como iluminación de canciones que aspiran a convertirse en literatura o, al menos, en compañera de algo que aparente serlo.
Utilizar la oscuridad como iluminación de canciones que aspiran a convertirse en literatura o, al menos, en compañera de algo que aparente serlo.
Hora de desayunar
Las moscas zumbaban y revoloteaban como atareadas. Se posaban en la repisa, después en la mesa y como impulsadas por una invisible atracción remontaban vuelo de nuevo e iban a parar al cabello de Jacob. Éste las apartó dando un manotazo al aire a modo de respuesta instintiva, en una acción vacía de inteligencia. Sus ojos mate seguían fijos en el televisor. Emitían un programa en el que azafatas de imperturbables sonrisas repartían cantidades exorbitantes de dinero y todo el público asistente no cesaba de aplaudir. Las imágenes pasaban por delante de los ojos de Jacob desfilando ante un público inexistente y los sonidos monótonos circulaban en espiral como repitiéndose una y otra vez en un sinsentido asfixiante. El reloj marcaba la solitaria hora de las 16. Coincidiendo con uno de los clics de las manecillas del reloj Jacob se inclinó para sorber un trago del botellín de cerveza. Yacía semiinconsciente en uno de los sillones del porche de su casa y parecía haber recobrado algo de vitalidad. Alzó la vista ante la incertidumbre que inundaba todo su alrededor sin fijarse en nada concreto. Un vehículo... dos tragos mas de cerveza... otro vehículo. Las moscas seguían posándose en la piel de Jacob como pequeñas descargas eléctricas ante su pasividad. Entretanto una maquinaria interior al cuerpo de Jacob parecía empezar a funcionar. De la nada surgió un bostezo que sería el comienzo de una serie de gruñidos y movimientos más dignos de un animal que de una persona. Jacob se levantó haciendo crujir el sillón y se apretó la cara fuertemente con ambas manos casi hasta hundir sus facciones. La calle simulaba un solar y un calor soporífero daba la sensación de que todo objeto o persona sobre el suelo estuviera cubierto por una fina capa grasienta de aire embotellado. Jacob avanzó un par de pasos torpemente y de pronto dio un respingo. Una mujer asomaba por la puerta principal y lo miraba sonriente. - ¿No entras?- Dijo ella, y tras una pausa, continuó – lo de anoche estuvo bien ¿eh?-. Jacob, que se evaporó durante unos instantes, contestó como si un resorte automático hubiese sido puesto en funcionamiento – si- y después recordó quién era aquella marioneta que esperaba expectante una respuesta en la puerta de su casa. No era su nombre lo que apareció en su mente, nunca lograba recordarlo, era sencillamente otra de las mujeres con las que pasaba algunas noches para sofocar el hastío que lo asolaba. Aquellos días, la resaca lo despertaba por las mañanas y, después de darse una ducha fría, encendía un cigarrillo y salía a caminar. Lo hacía por inercia. Ésta se había enraizado con el paso de los años en el cuerpo de Jacob y tenía su fundamento en un miedo premonitorio a ser alcanzado por algo; Jacob se hallaba en permanente huída de una realidad, de una vida por la que no quería ser atrapado. Sus paseos resultaban una terapia de la que no podía desprenderse. Después, volvía al porche de su casa y se sentaba en su sillón frente al televisor con un movimiento similar al que realiza la bisagra de una puerta. A partir de aquí, lo único factible consistía en filtrar el tiempo con una quietud anestésica y esperar, esperar... un vehículo... nada... una mosca... el chasquido de una hoja seca al llegar al suelo... La mujer seguía expectante como si la hubiesen disecado, aunque tan solo habrían pasado un par de segundos. Seguía sonriente. Parecía que le habían puesto dos clavos invisibles en la comisura de los labios. Jacob cruzó el marco de la puerta sin prestar demasiada atención a aquella mujer. Una vez dentro, las paredes de la casa se cernían sobre él causándole la impresión de que en cualquier momento quedaría sepultado bajo los escombros. Caía sobre sus hombros una gravedad incesante que consumía su energía hasta dejarlo agotado. Estuvo merodeando por la casa como un extraño recién llegado posando un pie tras otro aleatoriamente. Un bocado. La comida resbaló por un tobogán de plástico hasta llegar al estómago. Caminó hasta su habitación. Allí estaba ella, de espaldas a él, sentada en la cama. Por primera vez observó con detenimiento su figura. Su piel era tersa y fina, del color de la leche. Sus cabellos eran largos y lisos y caían como una cascada amoldándose a la forma de su espalda. Su silueta, marcada por la luz que entraba justo enfrente suyo, era un haz de líneas que formaba perfectos dibujos. Toda ella sugería un placer sexual infinito. Nada de esto resultaba suficiente para Jacob que no se inmutó al verla. – Tienes que marcharte- decretó Jacob. Ella se levantó y cogió sus cosas con movimientos precisos. Pasó por delante de él y ambos ni se miraron; la mujer parecía entender tan bien como Jacob el funcionamiento de la rutina. Se fue. Jacob encendió un cigarrillo y se dirigió al salón con inactividad. Al observarlo, uno tenía la sensación de que no se desplazaba ni un centímetro cuando en realidad si lo hacía. Se desplomó en el sofá y conectó la televisión. Un par de caladas... entumecimiento. Una musiquilla monótona lo despertó. El telediario de la mañana acudió puntual a su cita. Acompañados por una voz plomiza los párpados de Jacob se abren dejando pasar una luz intensa. Se levanta. Se asoma a la ventana y enciende un cigarrillo. El humo queda suspendido en el aire. Todo está parado. Un sol carente de vida resalta en la fisonomía de Jacob un rostro momificado. Cansancio. Ojeras. El reloj marca las 9. Hora de desayunar.
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La Lola's Club,
Vicente Alonso
lunes, 18 de enero de 2010
Sway
Suenan estas palabras a viejo. Parecen, y de hecho son, un dèja vù de otro relato, ahora adaptado para por primera vez participar en un concurso de microrrelatos.
Suenan también a jazz. Suenan a "Sway", de Michael Bublé:
Suenan también a jazz. Suenan a "Sway", de Michael Bublé:
Vuelva usted mañana
Qué sencillo es enumerar las diferencias entre el sexo y el amor. Basta con prestar atención a la mañana post-coital para, en base al despertar, poder sin miedo enjuiciar. Y es que es determinante el despertar para objetivamente demostrar si lo tenido es un polvo o algo más, siempre en función del sexo del tenedor.
Fijándonos en su comportamiento, podremos constatar que la dama enamorada busca captar la primera mirada del día de con quien ha yacido. Aquella que sólo ha sido follada, mientras tanto, se despertará también antes que el varón, pero el vestirse con sigilo y huir despavorida será, más bien, su reacción.
Cuando para él el trabajo sólo sirva para engordar el currículum, no habrá mayor demostración que la ducha al despertar. Tímido, aguardará a que ella se levante para no molestar, si por el contrario la medusa del amor le ha picado.
Esto puede sufrir algún tipo de alteración. Lógico. El dinero lo puede todo, máxime si en tu barrio cuestan lo mismo la ternera y la ternura. Tal es así en el mío, que únicamente caes en la cuenta de encontrarte en la carnicería cuando observas que de las cerdas no son las patas lo primero que se desecha.
Nunca he entrado a un prostíbulo. No a los de aquí, donde soy muy conocido. No obstante, aquí a buen seguro no son lo más caro los jamones, sino los idiomas. A mayor conocimiento, mayor esparcimiento. A mayor esparcimiento, menos dinero.
Siempre en ello he pensado. La española cuando besa, ¿lo hará a cambio de un plus? Te sorprenderán mis intrigas, pero es muy español el dar en la frente un beso antes de arropar.
Cuentan las malas lenguas que, en la vida de uno, uno siempre encuentra una mujer que ese beso te da gratis. Topar con ello forma parte de mi lista de tareas pendientes desde que caí en la cuenta de que salvo mi madre, a mí todas me habían cobrado.
Sin educación además lo hacían. Sin recibo ni dar gracias por la mañana se despedían con aquel costoso beso. El de Judas hubiera preferido yo si por aquel entonces conociera lo peor del después.
En los despojos pienso cuando bebo. Lo hago también en aquellos besos. Recuerdo cuando, acostado, la evitaba molestar. Doy vueltas a la idea de volver a ella. Vueltas a ofrecerle un plus. A apartar las piernas y acabar dando las gracias y, como mi carnicero, decir aquello de “Vuelva usted mañana”.
Fijándonos en su comportamiento, podremos constatar que la dama enamorada busca captar la primera mirada del día de con quien ha yacido. Aquella que sólo ha sido follada, mientras tanto, se despertará también antes que el varón, pero el vestirse con sigilo y huir despavorida será, más bien, su reacción.
Cuando para él el trabajo sólo sirva para engordar el currículum, no habrá mayor demostración que la ducha al despertar. Tímido, aguardará a que ella se levante para no molestar, si por el contrario la medusa del amor le ha picado.
Esto puede sufrir algún tipo de alteración. Lógico. El dinero lo puede todo, máxime si en tu barrio cuestan lo mismo la ternera y la ternura. Tal es así en el mío, que únicamente caes en la cuenta de encontrarte en la carnicería cuando observas que de las cerdas no son las patas lo primero que se desecha.
Nunca he entrado a un prostíbulo. No a los de aquí, donde soy muy conocido. No obstante, aquí a buen seguro no son lo más caro los jamones, sino los idiomas. A mayor conocimiento, mayor esparcimiento. A mayor esparcimiento, menos dinero.
Siempre en ello he pensado. La española cuando besa, ¿lo hará a cambio de un plus? Te sorprenderán mis intrigas, pero es muy español el dar en la frente un beso antes de arropar.
Cuentan las malas lenguas que, en la vida de uno, uno siempre encuentra una mujer que ese beso te da gratis. Topar con ello forma parte de mi lista de tareas pendientes desde que caí en la cuenta de que salvo mi madre, a mí todas me habían cobrado.
Sin educación además lo hacían. Sin recibo ni dar gracias por la mañana se despedían con aquel costoso beso. El de Judas hubiera preferido yo si por aquel entonces conociera lo peor del después.
En los despojos pienso cuando bebo. Lo hago también en aquellos besos. Recuerdo cuando, acostado, la evitaba molestar. Doy vueltas a la idea de volver a ella. Vueltas a ofrecerle un plus. A apartar las piernas y acabar dando las gracias y, como mi carnicero, decir aquello de “Vuelva usted mañana”.
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Jesús Domínguez,
La Lola's Club
martes, 22 de diciembre de 2009
Brotes verdes
He encontrado bajo mi cama brotes verdes. Los he arrancado y me he fumado un réquiem. Oda al cigarrillo de después, lo he titulado. He recordado que no conozco varón alguno que en la cama no se crea dandy. Mis amigos yankees los que menos.
Pensarás, chico, en Obama. No es más que apariencia. Como buen americano, a buen seguro perderá el norte cuando su negra zumbona le tiente a hacer la jura de bandera.
Fíjate sino en tu amigo Frankie. De seguir vivo, a buen seguro se mantendría embalsamado en líquido de frenos y alcohol del noventa y seis, tan mafiosamente atractivo como en el primer That’s life.
Lo cierto es que nos norteamericanos no me caen nada bien. Nada de fuera lo consideran naïf. Ni siquiera a Mr. Bean. Imagínate que ocurrirá conmigo, que soy todo peligro y encima tengo familia en Vigo…
Ellos, en cambio, sólo son capaces de ver su ombligo creyéndose el del mundo, aun cuando mantienen a Clint Eastwood como estilete de un cine en cuyos guiones pega Chuck Norris a puñetazos el membrete.
No es tampoco lo mejor su televisión. Reniegan de Espinete, por maricón. Explotan a Dexter, policía asesino de quién a conveniencia sea menester. House descubre enfermedades extrañas y las achaca a Mickey Mouse. Prison Break engancha y no es verdad. ¿O no es acaso el FBI capaz de solucionar tal mistake?
En cualquier caso, no es en España la situación mucho más alentadora. “Zapatero a tus zapatos”, grita la oposición. “No, Marianín, no. Aunque te joda no me voy”, replica el de la ceja. A la mierda que la LOGSE diga que Ramón y Cajal descubrió el fuego. Como en matemáticas, aquí la solución fácil se despeja: Nadie se queja.
En Marruecos sí lo hacen. Las vacas no pacen. El Rey clama vendetta. ¡Perejil es nuestro! Intentan tapar con saharauis recovecos. La justicia nos la hará Haidar, y tras la huelga, a tierra de nadie la han tenido que mandar. ¿Qué otra cosa cabía esperar?
Todo funciona de otro modo en Italia. Allí la gente se toma la catedral por su mano para demostrar que Berlusconi también es humano. Che c’è questa cosa! Da igual la petición de escusi. Ríete tú de belinas y camorras. Tanto dinero en su faz gastado, para acabar por del Duomo una réplica desfigurado.
¡Viva La Esteban! Pronto las campanas serán lo que repliquen. Ella y Mermelada serán los reyes de las uvas en quién Ramón García abdique. A los patriotas no les importa. Ya siempre se ha dicho: Muerto el rey, ¡viva el rey!
En este caso es reina, pero y qué más da, si la noticia es quién la peina. Es triste, pero hoy se informa hasta sobre el color del tanga que viste. Respeto a quién de ello se informa pero, ¡oh la lá! Quién de ello informa merecería la muerte en la Francia de Sarkozy. ¡Qué pregunten de secuestros a somalís!
La crisis persiste. Los brotes verdes no existen. La culpa es del entorno, que la viste de incultura. Con esto de las libertades, sería sólo capaz de soltar exabruptos, máxime cuando estas se tornan restricciones.
Brotes verdes. Me los fumo yo como réquiem. Réquiem de un humo, el del tabaco, que quedará sesgado en 2010. Humo que se ceñirá ya sólo al pitillo de después. Y, para nuestra desgracia, al que nuestros políticos venden también.
Pensarás, chico, en Obama. No es más que apariencia. Como buen americano, a buen seguro perderá el norte cuando su negra zumbona le tiente a hacer la jura de bandera.
Fíjate sino en tu amigo Frankie. De seguir vivo, a buen seguro se mantendría embalsamado en líquido de frenos y alcohol del noventa y seis, tan mafiosamente atractivo como en el primer That’s life.
Lo cierto es que nos norteamericanos no me caen nada bien. Nada de fuera lo consideran naïf. Ni siquiera a Mr. Bean. Imagínate que ocurrirá conmigo, que soy todo peligro y encima tengo familia en Vigo…
Ellos, en cambio, sólo son capaces de ver su ombligo creyéndose el del mundo, aun cuando mantienen a Clint Eastwood como estilete de un cine en cuyos guiones pega Chuck Norris a puñetazos el membrete.
No es tampoco lo mejor su televisión. Reniegan de Espinete, por maricón. Explotan a Dexter, policía asesino de quién a conveniencia sea menester. House descubre enfermedades extrañas y las achaca a Mickey Mouse. Prison Break engancha y no es verdad. ¿O no es acaso el FBI capaz de solucionar tal mistake?
En cualquier caso, no es en España la situación mucho más alentadora. “Zapatero a tus zapatos”, grita la oposición. “No, Marianín, no. Aunque te joda no me voy”, replica el de la ceja. A la mierda que la LOGSE diga que Ramón y Cajal descubrió el fuego. Como en matemáticas, aquí la solución fácil se despeja: Nadie se queja.
En Marruecos sí lo hacen. Las vacas no pacen. El Rey clama vendetta. ¡Perejil es nuestro! Intentan tapar con saharauis recovecos. La justicia nos la hará Haidar, y tras la huelga, a tierra de nadie la han tenido que mandar. ¿Qué otra cosa cabía esperar?
Todo funciona de otro modo en Italia. Allí la gente se toma la catedral por su mano para demostrar que Berlusconi también es humano. Che c’è questa cosa! Da igual la petición de escusi. Ríete tú de belinas y camorras. Tanto dinero en su faz gastado, para acabar por del Duomo una réplica desfigurado.
¡Viva La Esteban! Pronto las campanas serán lo que repliquen. Ella y Mermelada serán los reyes de las uvas en quién Ramón García abdique. A los patriotas no les importa. Ya siempre se ha dicho: Muerto el rey, ¡viva el rey!
En este caso es reina, pero y qué más da, si la noticia es quién la peina. Es triste, pero hoy se informa hasta sobre el color del tanga que viste. Respeto a quién de ello se informa pero, ¡oh la lá! Quién de ello informa merecería la muerte en la Francia de Sarkozy. ¡Qué pregunten de secuestros a somalís!
La crisis persiste. Los brotes verdes no existen. La culpa es del entorno, que la viste de incultura. Con esto de las libertades, sería sólo capaz de soltar exabruptos, máxime cuando estas se tornan restricciones.
Brotes verdes. Me los fumo yo como réquiem. Réquiem de un humo, el del tabaco, que quedará sesgado en 2010. Humo que se ceñirá ya sólo al pitillo de después. Y, para nuestra desgracia, al que nuestros políticos venden también.
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Jesús Domínguez,
La Lola's Club
lunes, 21 de diciembre de 2009
Inmigrante
Comienzo a considerar la apatridia una salida. Es más frustrante la desidia de ser en tierra de uno inmigrante y no profeta. Quizá sea uno más cuando lleguen las valkirias.
Desde el frente
Llevo días durmiendo con un puñal bajo la almohada. No temo cortarme las venas. Ansío cortarme las penas. Y es que dice un buen amigo que es éste buen remedio para partirlas en dos. Mejor remedio incluso que encomendarse para ello a Dios.
En blanco y negro, llegan mensajes de retaguardia. Hace tiempo los cañones callan. Helicópteros en tierra. Este mundo es una mierda. Todo olía mejor cuando en vanguardia salpicaban sangre, alcohol y lágrimas.
Apenas últimamente ha opuesto el enemigo resistencia. La existente ha sido sesgada con vehemencia. Comienza a tornarse en aburrido ser veterano en el arte de vivir estando el frente tan lejano del propio sentir.
No hay mayor novedad desde la mediocridad. No creo en Papa Noel, aunque sea un Dios profano. Sintonizo la radio en color. ¡Se acerca un nuevo año! De nada sirven las noticias, en vanguardia actúan en vano.
El frío acompaña a un nuevo mal. Las tropas yacen confiadas. Los malos no van de blanco. Vuelta al siglo XXI. La infancia sólo es pasado. El físico no importa. Importa más el desasosiego. Se combate con tilas. Sin sangre no hay dolor, y ningún golpe es comparable con los recibidos amistándose en el Congo con gorilas.
Comienzo a considerar la apatridia una salida. Es más frustrante la desidia de ser en tierra de uno inmigrante y no profeta. Quizá sea uno más cuando lleguen las valkirias.
Mis compañeros caen. Uno lo hace tras otro. Todo era bonito, hasta el triunfo del turrón. “Todo por la patria”, gritan los lisiados. Piensan los hijos de un Dios menor en sus hermanos. Siento compasión por los ilusos. Permanecen por el consumismo anestesiados.
La Navidad triunfa, con un niño de la mano. Y qué más da para los que han sido curados. Para otros, nunca nada será como antes. Hay heridas incurables. Son años de batallas y sentimientos frustrados. Todo cambia cuando nada ha cambiado. Y qué le voy a hacer si yo no creo en Reyes Magos, ni tampoco en la familia…
En blanco y negro, llegan mensajes de retaguardia. Hace tiempo los cañones callan. Helicópteros en tierra. Este mundo es una mierda. Todo olía mejor cuando en vanguardia salpicaban sangre, alcohol y lágrimas.
Apenas últimamente ha opuesto el enemigo resistencia. La existente ha sido sesgada con vehemencia. Comienza a tornarse en aburrido ser veterano en el arte de vivir estando el frente tan lejano del propio sentir.
No hay mayor novedad desde la mediocridad. No creo en Papa Noel, aunque sea un Dios profano. Sintonizo la radio en color. ¡Se acerca un nuevo año! De nada sirven las noticias, en vanguardia actúan en vano.
El frío acompaña a un nuevo mal. Las tropas yacen confiadas. Los malos no van de blanco. Vuelta al siglo XXI. La infancia sólo es pasado. El físico no importa. Importa más el desasosiego. Se combate con tilas. Sin sangre no hay dolor, y ningún golpe es comparable con los recibidos amistándose en el Congo con gorilas.
Comienzo a considerar la apatridia una salida. Es más frustrante la desidia de ser en tierra de uno inmigrante y no profeta. Quizá sea uno más cuando lleguen las valkirias.
Mis compañeros caen. Uno lo hace tras otro. Todo era bonito, hasta el triunfo del turrón. “Todo por la patria”, gritan los lisiados. Piensan los hijos de un Dios menor en sus hermanos. Siento compasión por los ilusos. Permanecen por el consumismo anestesiados.
La Navidad triunfa, con un niño de la mano. Y qué más da para los que han sido curados. Para otros, nunca nada será como antes. Hay heridas incurables. Son años de batallas y sentimientos frustrados. Todo cambia cuando nada ha cambiado. Y qué le voy a hacer si yo no creo en Reyes Magos, ni tampoco en la familia…
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Jesús Domínguez,
La Lola's Club
viernes, 4 de diciembre de 2009
I'll be waiting
En ocasiones, la felicidad sólo se alcanza con quién se espera. Otros pueden tratar de cubrir un vacío en el tiempo, en el espacio, o incluso entre tus brazos. En ocasiones, lo harán en vano. Y es que da igual la demora, "I'll be waiting"...
Todo por ella
Por más que lo evito, menos me resisto. Triste y melancólico, ha acabado aquí convirtiéndose también en alcohólico. Tiene de quién escribe los malos vicios. Pendenciero, mujeriego y mentiroso. Pero, y qué si miente, si con su mentira soy feliz.
Acostumbra a decir que son su entorno y su pasado lo que le incita a vivir una mentira. Narrativa, lo denomina él, creyéndose de algo autor.
Se rodea de amigos hechos en cartón piedra, y se aisla en este mundo rodeado de servilletas, pensando en ella. En la expiración se inspira, imaginando estar sólo con tanta gente.
Vive y me envuelve en su propio engaño. Finje que soy ella, y se autoconvence de que bajarme una estrella es el mejor modo de llenar esos vacíos labios y expiar un alma tan difícil de curar como difícil es en el mar esquinas encontrar.
Infeliz en ocasiones soy por omisión. No tanto cuando pretendiendo con este clavo otro quitar, dice aquello de “de no ser por mi vértigo, cambiaría una como tú en mi cama por una luna en tu balcón”.
Da igual que diga la verdad o mienta. Con ello a mí me da la vida. Esa vida que luego me quita cuando viene en lunes, no me avisa, y pensando en ella algo recita.
Y es que ayer estuvo aquí. Lo sé por una servilleta. Otra vez pensando en ella escribió unos versos. Mira, esta es su letra…
Una copa y otra. Busco en ti un verso.
Borracha navega mi alma a oscuras.
Recuerdo tus labios, sus comisuras.
Añoro un quizá, un último beso.
Motivos tuviste para adiós decir.
En lugar de ello, yo a ti te dije “Diosa”.
“Hola, mi amor”. En la mano una rosa.
¿Algo mejor que tú puedo pedir?
Mi corazón sin ti no está rimado.
Sexta copa. Brindo por tu amor en prosa.
Mucho nos queda por dar y recibir.
Créeme, cariño, tanto nunca he querido.
Vuelve. Te consentiré hoy, caprichosa.
Vuelve. Cuanto te quiero, hoy quiero exhibir…
Acostumbra a decir que son su entorno y su pasado lo que le incita a vivir una mentira. Narrativa, lo denomina él, creyéndose de algo autor.
Se rodea de amigos hechos en cartón piedra, y se aisla en este mundo rodeado de servilletas, pensando en ella. En la expiración se inspira, imaginando estar sólo con tanta gente.
Vive y me envuelve en su propio engaño. Finje que soy ella, y se autoconvence de que bajarme una estrella es el mejor modo de llenar esos vacíos labios y expiar un alma tan difícil de curar como difícil es en el mar esquinas encontrar.
Infeliz en ocasiones soy por omisión. No tanto cuando pretendiendo con este clavo otro quitar, dice aquello de “de no ser por mi vértigo, cambiaría una como tú en mi cama por una luna en tu balcón”.
Da igual que diga la verdad o mienta. Con ello a mí me da la vida. Esa vida que luego me quita cuando viene en lunes, no me avisa, y pensando en ella algo recita.
Y es que ayer estuvo aquí. Lo sé por una servilleta. Otra vez pensando en ella escribió unos versos. Mira, esta es su letra…
Una copa y otra. Busco en ti un verso.
Borracha navega mi alma a oscuras.
Recuerdo tus labios, sus comisuras.
Añoro un quizá, un último beso.
Motivos tuviste para adiós decir.
En lugar de ello, yo a ti te dije “Diosa”.
“Hola, mi amor”. En la mano una rosa.
¿Algo mejor que tú puedo pedir?
Mi corazón sin ti no está rimado.
Sexta copa. Brindo por tu amor en prosa.
Mucho nos queda por dar y recibir.
Créeme, cariño, tanto nunca he querido.
Vuelve. Te consentiré hoy, caprichosa.
Vuelve. Cuanto te quiero, hoy quiero exhibir…
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Jesús Domínguez,
La Lola's Club
viernes, 20 de noviembre de 2009
jueves, 19 de noviembre de 2009
Recuerdos de un olvido
Muchas mujeres por mi vida han transitado. Algunas me han hecho el amor. Otras tan sólo daño. Es por ello que no te guardo rencor. Fue mi culpa el haberme encariñado.
Por favor te lo ruego, vuelve ahora y miénteme sin temor. Ya el daño no me importa. Ven y quiéreme con ardor. Seguro que tu mentira me reconforta.
Dime, cielo, qué es la mentira, sino un trámite de la verdad. Dime qué es la verdad, sino algo tan subjetivo como la propia vida. Y dime, por último, qué es la mía si en ella faltas tú.
Olvidemos lo pasado. Culpemos a los esquimales de todos nuestros males. Compremos armas a Dios. Vendamos la paz al diablo. Hagamos juntos planes. Vivamos juntos mi canción, como ya en solitario yo lo hago.
Lo hago cuando tengo miedo. A quererte y no volver a verte. Miedo a recordar, y nuevamente llorar. A intentar olvidarte en verso, y no ver más que prosa en tu recuerdo. Miedo a tener que acostumbrarme a vivir sin ti. A, como tiempo atrás hice, quizá incluso perderte.
Aprovechando de su muerte el aniversario, también hoy yo quiero ser franco. Falta como tú una en mi vida, y sobra en cada noche más de un tequila. Por ti a todos renunciaría, y si así me lo pidieras, tila en mano esperaría.
Tendría en la otra una pluma. Superaría con ella el vértigo. Dejaría volar mi imaginación. Escribiría mil veces ‘te quiero’. Te guardaría en un cajón, como ya en ese baúl de recuerdos te guardo.
Eres en mi vida un huracán, pues con tus recuerdos inundas mi mente y con mis sentimientos asolas mi alma. A solas te pido desde este rincón, vuelve, Olvido. Vuelve, mi amor…
Por favor te lo ruego, vuelve ahora y miénteme sin temor. Ya el daño no me importa. Ven y quiéreme con ardor. Seguro que tu mentira me reconforta.
Dime, cielo, qué es la mentira, sino un trámite de la verdad. Dime qué es la verdad, sino algo tan subjetivo como la propia vida. Y dime, por último, qué es la mía si en ella faltas tú.
Olvidemos lo pasado. Culpemos a los esquimales de todos nuestros males. Compremos armas a Dios. Vendamos la paz al diablo. Hagamos juntos planes. Vivamos juntos mi canción, como ya en solitario yo lo hago.
Lo hago cuando tengo miedo. A quererte y no volver a verte. Miedo a recordar, y nuevamente llorar. A intentar olvidarte en verso, y no ver más que prosa en tu recuerdo. Miedo a tener que acostumbrarme a vivir sin ti. A, como tiempo atrás hice, quizá incluso perderte.
Aprovechando de su muerte el aniversario, también hoy yo quiero ser franco. Falta como tú una en mi vida, y sobra en cada noche más de un tequila. Por ti a todos renunciaría, y si así me lo pidieras, tila en mano esperaría.
Tendría en la otra una pluma. Superaría con ella el vértigo. Dejaría volar mi imaginación. Escribiría mil veces ‘te quiero’. Te guardaría en un cajón, como ya en ese baúl de recuerdos te guardo.
Eres en mi vida un huracán, pues con tus recuerdos inundas mi mente y con mis sentimientos asolas mi alma. A solas te pido desde este rincón, vuelve, Olvido. Vuelve, mi amor…
martes, 10 de noviembre de 2009
Quizás
Años hacía que no oía esta canción. Antaño, cuando lo hacía, he de reconocer que me emocionaba. Lo hacía pensando en un mañana, en un "Quizás". Hoy, el mañana ha llegado, y el "Quizás", no como en la canción, pero se ha dado... y con razón.
Pacientes postales
Cobra una postal importancia cuando se torna su reverso para que la imagen del anverso deje paso a palabras y sentimientos. Pasa una imagen a valer menos de mil palabras, cuando estas tatúan el torso desnudo de una capa cuya ‘S’ recuerda al lugar desde el cual quién narra pretende transmitir sueños… o mentiras.
13/X/99
Queridos Juan y mami:
Espero de todo corazón que algún día podamos presenciar juntos aquí, como bien sé que te gustaría, un Barça-Madrid.
Y es que como os podréis imaginar mami y tú, estoy embarcado de cocinero y me encuentro navegando por todo el Mediterráneo.
Si Dios nos lo permite, y aunque te cueste creerlo, hace mucho tiempo sueño con que hagamos un buen viaje juntos; pero no olvides, hijo, que la mejor virtud del ser humano es la paciencia…
Un besote muy grande.
09/XI/09
¿Sabes? Tenías razón, la mejor virtud del ser humano es la paciencia. Pero, no creas, de ello no me he dado cuenta leyendo tu postal. En esa primera lectura únicamente lo he recordado.
Y es que hace años he aprendido a ser paciente, pero no por con tu consejo ser consecuente. Nada más lejos. Te diré, de hecho, que de haber sido así, hace menos de diez días que habría descubierto ese mundo en el que en el momento de la redacción quisiste sumergirme.
Diez años he tardado en leer una postal que mami había condenado al olvido, y no sabes cuanta indiferencia me ha causado… Indiferencia por el mensaje. Indiferencia hacia ti. Indiferencia por los años. Indiferencia por mí.
Y es que, dime, ¿qué nos queda, más que la indiferencia? Hace tiempo que a ello el dolor te ha condenado. El mío y el de una mami a la que convertiste en madre y padre. A la que convertiste sólo en mamá.
No te sientas importante. No sólo tú has contribuido. Más gente lo ha hecho, y también el pasado. Entre todos matasteis a ese niño, y él solito se murió. Él solito se convirtió en aquello que quiera en que aquel a quién pedías paciencia se ha convertido.
Aunque te cueste creerlo, tú hace tiempo formas parte del pasado. Ya han sido muchos los viajes en los que tú has faltado, y muchos en los que seguirás haciéndolo. Sólo uno queda por hacer, y ese sí lo haremos juntos.
Por ese buen viaje espero. Como tú en aquellos tiempos en el Mediterráneo, entre fogones yo me encuentro, cocinándolo. Pacientemente aguardo mi momento. Mi momento para sacar del horno aquello que tan fervientemente espero.
Como tú, también yo recurro siempre al refranero. Dice este sobre el ser humano que es el ser humano el único hombre capaz de tropezar dos veces con la misma piedra. Tu caso es peculiar. Para ti habrá incluso una tercera.
Pero, descuida, trataré que sea la vencida. Ya debieron serlo las dos anteriores chinas, pero también tú has demostrado ser perseverante. Querías tu Barça-Madrid, y en él estás. El marcador refleja un dos a cero, y de tu equipo, lo siento, pero nadie quiere ser portero.
Sí me gustaría a mí serlo cuando acabe el encuentro. Serlo como tú lo eres de discoteca, hacerte una foto, y guardarla en mi hemeroteca. Le haría copias. Utilizaría una de ellas como postal. En el reverso, escribiría esto y te lo enviaría.
Disfrutaría, como sé que a mami le gustaría. Hace tiempo que también ella apela a Dios. He de decirte que no sé si el suyo existe. El tuyo sí lo hace, pero es un Dios menor. Y es que no hay Dios que permita a un creyente causar tanto dolor.
Tranquilo, a mi ya no me duele. Yo ya tengo callo. Me salió años atrás, en un juicio en mayo. Puedes no creerme. Será que no me conoces. En cualquier caso, te invito a pensar lo contrario. A no pensar que con esto sólo busco que, como yo, veas cuán acertado era tu mensaje. No me gustaría nada más que, como yo, también tú asimilases tu propio mensaje, con el tiempo… y, como yo, que lo hagas dentro de tu propia celda.
13/X/99
Queridos Juan y mami:
Espero de todo corazón que algún día podamos presenciar juntos aquí, como bien sé que te gustaría, un Barça-Madrid.
Y es que como os podréis imaginar mami y tú, estoy embarcado de cocinero y me encuentro navegando por todo el Mediterráneo.
Si Dios nos lo permite, y aunque te cueste creerlo, hace mucho tiempo sueño con que hagamos un buen viaje juntos; pero no olvides, hijo, que la mejor virtud del ser humano es la paciencia…
Un besote muy grande.
09/XI/09
¿Sabes? Tenías razón, la mejor virtud del ser humano es la paciencia. Pero, no creas, de ello no me he dado cuenta leyendo tu postal. En esa primera lectura únicamente lo he recordado.
Y es que hace años he aprendido a ser paciente, pero no por con tu consejo ser consecuente. Nada más lejos. Te diré, de hecho, que de haber sido así, hace menos de diez días que habría descubierto ese mundo en el que en el momento de la redacción quisiste sumergirme.
Diez años he tardado en leer una postal que mami había condenado al olvido, y no sabes cuanta indiferencia me ha causado… Indiferencia por el mensaje. Indiferencia hacia ti. Indiferencia por los años. Indiferencia por mí.
Y es que, dime, ¿qué nos queda, más que la indiferencia? Hace tiempo que a ello el dolor te ha condenado. El mío y el de una mami a la que convertiste en madre y padre. A la que convertiste sólo en mamá.
No te sientas importante. No sólo tú has contribuido. Más gente lo ha hecho, y también el pasado. Entre todos matasteis a ese niño, y él solito se murió. Él solito se convirtió en aquello que quiera en que aquel a quién pedías paciencia se ha convertido.
Aunque te cueste creerlo, tú hace tiempo formas parte del pasado. Ya han sido muchos los viajes en los que tú has faltado, y muchos en los que seguirás haciéndolo. Sólo uno queda por hacer, y ese sí lo haremos juntos.
Por ese buen viaje espero. Como tú en aquellos tiempos en el Mediterráneo, entre fogones yo me encuentro, cocinándolo. Pacientemente aguardo mi momento. Mi momento para sacar del horno aquello que tan fervientemente espero.
Como tú, también yo recurro siempre al refranero. Dice este sobre el ser humano que es el ser humano el único hombre capaz de tropezar dos veces con la misma piedra. Tu caso es peculiar. Para ti habrá incluso una tercera.
Pero, descuida, trataré que sea la vencida. Ya debieron serlo las dos anteriores chinas, pero también tú has demostrado ser perseverante. Querías tu Barça-Madrid, y en él estás. El marcador refleja un dos a cero, y de tu equipo, lo siento, pero nadie quiere ser portero.
Sí me gustaría a mí serlo cuando acabe el encuentro. Serlo como tú lo eres de discoteca, hacerte una foto, y guardarla en mi hemeroteca. Le haría copias. Utilizaría una de ellas como postal. En el reverso, escribiría esto y te lo enviaría.
Disfrutaría, como sé que a mami le gustaría. Hace tiempo que también ella apela a Dios. He de decirte que no sé si el suyo existe. El tuyo sí lo hace, pero es un Dios menor. Y es que no hay Dios que permita a un creyente causar tanto dolor.
Tranquilo, a mi ya no me duele. Yo ya tengo callo. Me salió años atrás, en un juicio en mayo. Puedes no creerme. Será que no me conoces. En cualquier caso, te invito a pensar lo contrario. A no pensar que con esto sólo busco que, como yo, veas cuán acertado era tu mensaje. No me gustaría nada más que, como yo, también tú asimilases tu propio mensaje, con el tiempo… y, como yo, que lo hagas dentro de tu propia celda.
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Jesús Domínguez,
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lunes, 9 de noviembre de 2009
No tienes corazón
Qué poco corazón el de una ramera que cobra y abandona sin prestar servicios. Qué poco corazón el de un hombre que paga a su salvadora por los extras gratuitos. Qué poco corazón al que cantan el maestro Sabina y los Quijano en este tema.
Mujer de armas tomar... o dejar
Era una policía mi fetiche de la noche. Auguraba una buena despedida del día. Uniforme, como lo que ella vestía, siempre que fuese ello lo que mi bestia pretendía. Así creí que sería, pues como suele decirse, donde hay agujero hay alegría. Sin embargo, algo ocurrió que ello no lo proporcionó.
“Vamos, puta, alégrame la noche”, dije. Ella me pegó. Yo luego le pagué. Pistola ella en mano, creí que cenaría algún tipo de delicatesen con guarnición de plomo. Me veía ya reposando sobre mi cama en pijama de pino. No fue aquello, sin embargo, más que un fraude de tomo y lomo.
Aquello tenía visos de ser bocata di cardinale. Terminó, sin embargo, siendo pecata minuta únicamente. Y es que no sé bien qué ocurrió, pero abandonado y en pelotas, esposado a la pata del billar me dejó.
Mi memoria selectiva ha decidido desterrar al olvido lo ocurrido, aunque, a decir verdad, incluso no llevando a cabo esa criba, podría adivinar qué llevo a aquello a la deriva. Teniendo mi tacto en cuenta, debió ser que dije o hice. No lo sé. El caso es que avergonzado me hallo por haber sido por una ramera abandonado.
Bien merecido lo tengo, dirás. Y una mierda. Tú vienes, pagas y recibes. Ella vino y me esposó, luego se fue y emporrado me dejó. No se dejó olvidado, por contra, el dinero acordado. Meretriz sí, pero tonta no era, la muy… emperatriz.
Aunque no lo creas, lo peor vino después. Desnudo, a la espera de un salvador dejado, por la mujer de la limpieza fui encontrado. Entrada en años y carnes, soltera y más entera de lo que yo me había quedado, dio uso a algo que por otra debía haber sido frotado.
El caso es que, chico, así va España. Comienzas la noche pagando por sexo a una mujer que con un arma te amenaza, y terminas viendo como una virgen ante ti se quita la coraza. La verdad, casi habría preferido recibir de una bala un ardiente beso a haber terminado sodomizado por… por eso.
He de decir, en su descargo, que al acabar entró al almacén y con una sierra me liberó. Ello me hizo sentirme en deuda. De ahí que le ofreciese algo más del dinero en su contrato estipulado, para agradecerle los servicios extra prestados. Sin embargo, debió creer que era por lo que sobre la mesa de billar había hecho. Al contrario que la otra, no cogió el dinero. Pareció tomarse el conato de propina muy a pecho, o eso dice mi ojo derecho.
Flota aún en el aire la posibilidad de que vuelva a frotar. Claro me dejó que a otra limpiadora debo contratar, y con su agresión, también que es mujer de armas tomar. Eso ella. La otra, chico, lo que dejó claro fue que es más bien dada a ser considerada mujer de armas dejar…
“Vamos, puta, alégrame la noche”, dije. Ella me pegó. Yo luego le pagué. Pistola ella en mano, creí que cenaría algún tipo de delicatesen con guarnición de plomo. Me veía ya reposando sobre mi cama en pijama de pino. No fue aquello, sin embargo, más que un fraude de tomo y lomo.
Aquello tenía visos de ser bocata di cardinale. Terminó, sin embargo, siendo pecata minuta únicamente. Y es que no sé bien qué ocurrió, pero abandonado y en pelotas, esposado a la pata del billar me dejó.
Mi memoria selectiva ha decidido desterrar al olvido lo ocurrido, aunque, a decir verdad, incluso no llevando a cabo esa criba, podría adivinar qué llevo a aquello a la deriva. Teniendo mi tacto en cuenta, debió ser que dije o hice. No lo sé. El caso es que avergonzado me hallo por haber sido por una ramera abandonado.
Bien merecido lo tengo, dirás. Y una mierda. Tú vienes, pagas y recibes. Ella vino y me esposó, luego se fue y emporrado me dejó. No se dejó olvidado, por contra, el dinero acordado. Meretriz sí, pero tonta no era, la muy… emperatriz.
Aunque no lo creas, lo peor vino después. Desnudo, a la espera de un salvador dejado, por la mujer de la limpieza fui encontrado. Entrada en años y carnes, soltera y más entera de lo que yo me había quedado, dio uso a algo que por otra debía haber sido frotado.
El caso es que, chico, así va España. Comienzas la noche pagando por sexo a una mujer que con un arma te amenaza, y terminas viendo como una virgen ante ti se quita la coraza. La verdad, casi habría preferido recibir de una bala un ardiente beso a haber terminado sodomizado por… por eso.
He de decir, en su descargo, que al acabar entró al almacén y con una sierra me liberó. Ello me hizo sentirme en deuda. De ahí que le ofreciese algo más del dinero en su contrato estipulado, para agradecerle los servicios extra prestados. Sin embargo, debió creer que era por lo que sobre la mesa de billar había hecho. Al contrario que la otra, no cogió el dinero. Pareció tomarse el conato de propina muy a pecho, o eso dice mi ojo derecho.
Flota aún en el aire la posibilidad de que vuelva a frotar. Claro me dejó que a otra limpiadora debo contratar, y con su agresión, también que es mujer de armas tomar. Eso ella. La otra, chico, lo que dejó claro fue que es más bien dada a ser considerada mujer de armas dejar…
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Jesús Domínguez,
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miércoles, 14 de octubre de 2009
Yes, we can
"Yes, we can": Sí, se puede alabar a Obama, aún cuando sus logros, más que logros, son cambios obvios.
"Yes, we can": Sí, se puede cambiar, y Obama puede hacerlo. De momento, para mi no lo ha hecho, o no lo suficiente para llevarse un Nobel siendo aún un idem.
"Yes, we can": Sí, se puede. Se puede, en un momento álgido de lameculismo, zurrar a quién para mi apenas ha hecho aún nada.
"Yes, we can": Sí, se puede cambiar, y Obama puede hacerlo. De momento, para mi no lo ha hecho, o no lo suficiente para llevarse un Nobel siendo aún un idem.
"Yes, we can": Sí, se puede. Se puede, en un momento álgido de lameculismo, zurrar a quién para mi apenas ha hecho aún nada.
De premios y piaras
Se puede engañar a todo el mundo parte del tiempo, como se puede engañar a parte del mundo todo el tiempo. Lo que jamás se ha podido, ni se podrá, es engañar a todo el mundo durante todo el tiempo, cielo.
Ahora tu amigo se vanagloria por cambiarla. Luego la gloria se convertirá en lamento por no saber verla. Un lamento que vendrá del engaño de una desgracia que ahora quiere parecer mundana. No lo es, sin embargo, y no porque sea superior, sino porque su ego le hace no creerse humana.
Mírala. Fíjate bien en sus andares. Por su postureo debe creerse que su belleza es algo digno de estudio de alguna ciencia. No se da cuenta que aquí, por obra y gracia de su prepotencia, no es sólo desgracia infame, sino digna de alimentar una piara de cerdos con hambre y poco cuerdos.
Cierto es que él parece feliz, pero ella no debería sino alimentar vuestra indiferencia. Recuerda las sabias palabras del loco de la planta. Bien sabes que en un lugar como este, es mayor la credibilidad de un hombre abrazado a una cizaña que la de otro cualquier ser.
Y es que así está este mundo regulado. Un arrastrado de La Lola’s parece ser de un mundo distinto del que habita un arrastrado mundano. Es por ello que aquí no importan la Constitución, ni cualquier código comprado o regalado.
Aquí nadie regala un Nobel, ni arrebata un menor título por algo tan nimio como un par de polvos. Es por ello que el laureado Obama poco importa. Lo que aquí recibiría por sus logros, a lo sumo, serían unas hojas de laurel y una copa de aguarrás.
Quizá nuestro amigo el periodista tenga una distinta visión, pero de él no me gusta ni la acción ni la omisión. No me gustan sus contemplaciones con Gadafi, ni tampoco las frustradas con reinas europeas. No me gusta contemplar sus fotos con las hijas de Zapatero; ni que para ganarse el Nobel, no haya acabado con las guerras de Bush, primero.
Definitivamente, no entiendo su Nobel, cielo. Apenas es un presidente nobel, proyecto de experto en verborrea, pero bastante le queda para dejar atrás el pasteleo. Y, no creas, que parece que mi opinión la comparte el COI.
En las votaciones que han evitado nuestros segundos juegos y las primeras generales de Gallardón pudo verse. Envió a la zumbona como avanzadilla. Luego llegó él. Llegó, vio y perdió porque en su batalla, la dialéctica, Lula se lo merendó. Ni con la reina danesa se reunió, ni a las votaciones se quedó. Perdón debía pedir por ello, pero sin hacerlo, allá en el norte otra cosa le dieron.
Y es que no obtuvo los JJOO, pero sí un Nobel de consolación, como si fuese el Nobel de la Paz algo tan banal como la prepotencia de esa desgraciada desgracia. Su nombre ya está escrito junto a Annan y Al Gore. También junto a Arafat y Mandela, un puñado de años después de la Madre Teresa de Calcuta o Martin Luther King.
También Amnistía Internacional obtuvo en su día tal reconocimiento. Amnistía como la que él todavía muestra ante ciertos errores de su antecesor. Guantánamo era un trámite para la democratización de su nación, no un logro digno de mención.
Tampoco Arafat encuentra en él parangón. Quizá en un futuro, pero toda una vida dedicada a la paz entre Palestina e Israel no merecía ser echa de menos por alguien que no es más que un todavía verde proyecto que el más relevante negro que para mi cualquier madre ha parido.
Quizá esté yo equivocada, cielo. Quizá sea mayor su acción y menor su omisión, pero a mí no me lo parece. Su foto con israelís y palestinos era un trámite, como su reunión de ayer con Zapatero. No creo que eso, y el cierre de una aberración, sean para tanto.
Quizá esté yo equivocada, cielo, pero creo que para el Nobel es pronto, como pronto es para otorgar a una desgracia el perdón. Con el tiempo, quizá ambos merezcan que sobre ellos haga una rectificación. De momento…
Ahora tu amigo se vanagloria por cambiarla. Luego la gloria se convertirá en lamento por no saber verla. Un lamento que vendrá del engaño de una desgracia que ahora quiere parecer mundana. No lo es, sin embargo, y no porque sea superior, sino porque su ego le hace no creerse humana.
Mírala. Fíjate bien en sus andares. Por su postureo debe creerse que su belleza es algo digno de estudio de alguna ciencia. No se da cuenta que aquí, por obra y gracia de su prepotencia, no es sólo desgracia infame, sino digna de alimentar una piara de cerdos con hambre y poco cuerdos.
Cierto es que él parece feliz, pero ella no debería sino alimentar vuestra indiferencia. Recuerda las sabias palabras del loco de la planta. Bien sabes que en un lugar como este, es mayor la credibilidad de un hombre abrazado a una cizaña que la de otro cualquier ser.
Y es que así está este mundo regulado. Un arrastrado de La Lola’s parece ser de un mundo distinto del que habita un arrastrado mundano. Es por ello que aquí no importan la Constitución, ni cualquier código comprado o regalado.
Aquí nadie regala un Nobel, ni arrebata un menor título por algo tan nimio como un par de polvos. Es por ello que el laureado Obama poco importa. Lo que aquí recibiría por sus logros, a lo sumo, serían unas hojas de laurel y una copa de aguarrás.
Quizá nuestro amigo el periodista tenga una distinta visión, pero de él no me gusta ni la acción ni la omisión. No me gustan sus contemplaciones con Gadafi, ni tampoco las frustradas con reinas europeas. No me gusta contemplar sus fotos con las hijas de Zapatero; ni que para ganarse el Nobel, no haya acabado con las guerras de Bush, primero.
Definitivamente, no entiendo su Nobel, cielo. Apenas es un presidente nobel, proyecto de experto en verborrea, pero bastante le queda para dejar atrás el pasteleo. Y, no creas, que parece que mi opinión la comparte el COI.
En las votaciones que han evitado nuestros segundos juegos y las primeras generales de Gallardón pudo verse. Envió a la zumbona como avanzadilla. Luego llegó él. Llegó, vio y perdió porque en su batalla, la dialéctica, Lula se lo merendó. Ni con la reina danesa se reunió, ni a las votaciones se quedó. Perdón debía pedir por ello, pero sin hacerlo, allá en el norte otra cosa le dieron.
Y es que no obtuvo los JJOO, pero sí un Nobel de consolación, como si fuese el Nobel de la Paz algo tan banal como la prepotencia de esa desgraciada desgracia. Su nombre ya está escrito junto a Annan y Al Gore. También junto a Arafat y Mandela, un puñado de años después de la Madre Teresa de Calcuta o Martin Luther King.
También Amnistía Internacional obtuvo en su día tal reconocimiento. Amnistía como la que él todavía muestra ante ciertos errores de su antecesor. Guantánamo era un trámite para la democratización de su nación, no un logro digno de mención.
Tampoco Arafat encuentra en él parangón. Quizá en un futuro, pero toda una vida dedicada a la paz entre Palestina e Israel no merecía ser echa de menos por alguien que no es más que un todavía verde proyecto que el más relevante negro que para mi cualquier madre ha parido.
Quizá esté yo equivocada, cielo. Quizá sea mayor su acción y menor su omisión, pero a mí no me lo parece. Su foto con israelís y palestinos era un trámite, como su reunión de ayer con Zapatero. No creo que eso, y el cierre de una aberración, sean para tanto.
Quizá esté yo equivocada, cielo, pero creo que para el Nobel es pronto, como pronto es para otorgar a una desgracia el perdón. Con el tiempo, quizá ambos merezcan que sobre ellos haga una rectificación. De momento…
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martes, 13 de octubre de 2009
La canción de las noches perdidas
No era aquello un bolero. Tampoco algo de Machín. Puede haber sido fruto de las noches perdidas. Fruto, o también canción, como esta del maestro Sabina cantada por Pasión Vega.
La pela es la pela
Hablando de todo y nada la noche nos abordaba. Era para nosotros como un libro abierto donde sólo habían escritas premisas cortantes y palabras malsonantes. Recuerdo con claridad muchas de sus historias, como aquella gran verdad descubierta aún tan recientemente.
Era una noche lluviosa. Llegó con gran premura, ávido de alcohol, y nos contó como escogió en su día a la que fue su tercera esposa. Se fijó para ello en dos teorías. La una, la divina proporción. La otra, una propia sobre una relación, la existente entre una mujer fumadora y la posibilidad de que practique sexo oral.
La argumentación, chico, es no recomendable para menores de sesenta y nueve. La resolución de lo que contaba, no me lo parece para mayores de la mitad de tal cifra. Ajeno a ellas es lo real de esa relación.
Y es que he topado, te decía, con la gran verdad del vagabundo en el preciso instante en que disfrutaba de la última calada de nuestro tercer cigarrillo post-coital. Sucedió cuando en ella algo ardió de nuevo, antes incluso de que me diese a mi tiempo de coger frío. Cuando me disponía a aspirar los últimos restos de alquitrán de mi pitillo, golosa, comenzó ella a hacer lo propio con el principio de su habano.
La cubana vino después, acompañada de un griego. Cada cual llamó dos veces, como dos veces llama siempre el cartero. También así lo hizo el holandés, pero éste no pudo entrar. Bastante grande era ya el paquete que allí había como para que a alguno de los dos le importase nada Holanda, no siendo ésta época de tulipanes.
Nos juramos por amor aprender a hablar en cursiva. Los dos cruzamos los dedos, mientras un turco observaba atento. Mentimos por copular. Por miedo a con un polvo a cuestas, cada uno a su casa regresar. Desnudos reconocimos que no somos sin sexo como sin doner no hay kebab.
Dimos vueltas después, como la carne que el voyeur en su local ofrece. Pude luego paladear entre sus senos fresas negras, saboreando al acabar un último empujón entre sus piernas. Como dos tacos las imaginamos, y con mis bolas jugueteamos, como si el lugar favorito de los imbéciles del billar estuviésemos profanando. Se afanaban ellos en persuadirnos, mientras ellas se tocaban. De fondo, se escuchaba un arpa. Sonaba una oda al amor, magistralmente tocada por un camarón volador.
No era aquello un bolero. Tampoco algo de Machín. Debo serte sincero, en aquel momento me creí Tintín. Me evadí, y me imaginé no sólo aquí. Lo hice en Jamaica, y también en Pekín. Me sentí un dibujo, animado por una aventura en el Amazonas. Luego, ella cabalgó, y yo me fui. Recordé antes a aquel sabio vagabundo, y entendí por fin que es tan cierto que si fuma fela, como que la pela es la pela.
Era una noche lluviosa. Llegó con gran premura, ávido de alcohol, y nos contó como escogió en su día a la que fue su tercera esposa. Se fijó para ello en dos teorías. La una, la divina proporción. La otra, una propia sobre una relación, la existente entre una mujer fumadora y la posibilidad de que practique sexo oral.
La argumentación, chico, es no recomendable para menores de sesenta y nueve. La resolución de lo que contaba, no me lo parece para mayores de la mitad de tal cifra. Ajeno a ellas es lo real de esa relación.
Y es que he topado, te decía, con la gran verdad del vagabundo en el preciso instante en que disfrutaba de la última calada de nuestro tercer cigarrillo post-coital. Sucedió cuando en ella algo ardió de nuevo, antes incluso de que me diese a mi tiempo de coger frío. Cuando me disponía a aspirar los últimos restos de alquitrán de mi pitillo, golosa, comenzó ella a hacer lo propio con el principio de su habano.
La cubana vino después, acompañada de un griego. Cada cual llamó dos veces, como dos veces llama siempre el cartero. También así lo hizo el holandés, pero éste no pudo entrar. Bastante grande era ya el paquete que allí había como para que a alguno de los dos le importase nada Holanda, no siendo ésta época de tulipanes.
Nos juramos por amor aprender a hablar en cursiva. Los dos cruzamos los dedos, mientras un turco observaba atento. Mentimos por copular. Por miedo a con un polvo a cuestas, cada uno a su casa regresar. Desnudos reconocimos que no somos sin sexo como sin doner no hay kebab.
Dimos vueltas después, como la carne que el voyeur en su local ofrece. Pude luego paladear entre sus senos fresas negras, saboreando al acabar un último empujón entre sus piernas. Como dos tacos las imaginamos, y con mis bolas jugueteamos, como si el lugar favorito de los imbéciles del billar estuviésemos profanando. Se afanaban ellos en persuadirnos, mientras ellas se tocaban. De fondo, se escuchaba un arpa. Sonaba una oda al amor, magistralmente tocada por un camarón volador.
No era aquello un bolero. Tampoco algo de Machín. Debo serte sincero, en aquel momento me creí Tintín. Me evadí, y me imaginé no sólo aquí. Lo hice en Jamaica, y también en Pekín. Me sentí un dibujo, animado por una aventura en el Amazonas. Luego, ella cabalgó, y yo me fui. Recordé antes a aquel sabio vagabundo, y entendí por fin que es tan cierto que si fuma fela, como que la pela es la pela.
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domingo, 11 de octubre de 2009
Hombre en el espejo
Bendito desconocido el que comparte habitación contigo. Maldito hombre el que desde el espejo te mira. Curioso aquel juego de ser otro y uno mismo. Dichoso aquel que con su "Hombre en el espejo" interactúa... escuchando esta canción.
Perfecto desconocido
A mi edad puede parecer un tanto ridículo, pero he de reconocer que, a estas alturas de la vida, aún comparto cuarto con otro ser.
No es cosa del alquiler. Tampoco nada voluntario ni buscado. Desconozco el motivo y la razón, como tampoco conozco a quién también ocupa mi habitación. Y es que, aún compartiendo cuarto, lo cierto es que es el uno para el otro un perfecto desconocido.
Nos desconocemos de una manera tan perfecta, que únicamente sé de él que trabaja como actor. No sé si de cine o televisión. Tampoco sé si de teatro. Sólo que día a día se viste con mis ropas e imita a la perfección lo que hago.
Diría, por su repetitiva actuación, que trabaja como mimo. Sin embargo, no parece tal por su porte y percha, y porque en alguna ocasión actúa con total independencia. Tampoco creo, además, que en tiempo de crisis den para tanto las calles…
Y es que su armario, como el mio, no parece hecho precisamente de paja. Alguna que otra vez viste distinto a mi, y puedo ver igualmente en él primeras marcas, marcas que amablemente recomienda e incluso ofrece, demostrando no ser tampoco mudo.
Creo, por contra, que sí es abstemio. Busco a veces agradecerle sus buenos gestos y palabras invitándole a una copa en este rincón y acaba siempre rechazándolo. Sonríe y me cede el paso al salir de nuestro cuarto, pero desaparece sin mediar palabra en cuanto de casa salgo.
No se lo tengo ya en cuenta, pues sé que es parco en palabras, del mismo modo que sé bien ya que cuando aparca los silencios, puede llegar a ser bastante pedante, e incluso hiriente.
Aunque me evite e ignore, reconozco que tiende a tratarme con respeto y buenos modos. Con esa ya inconfundible sonrisa gratifica mis oídos con anécdotas y alabanzas. Me halaga y hace creerme superior a cualquiera, aún cuando diría que a cualquiera conoce mejor que a mi. Y es que, como él, también yo soy parco en palabras en lo que a mi vida respecta.
Por desgracia, eso es algo que no respeta. Odio que en ella se entrometa. Y sin embargo, lo hace. Pese a mi parquedad, parece conocerlo todo de mi. Puede parecer lógico compartiendo habitación, pero creo que lo es menos no conociendo ni su nombre.
Él el mio seguro lo conocerá. Abrirá mi correspondencia. Investigará cosas sobre mi con astucia y paciencia. Qué se yo… La cuestión es que que tanto de mi sepa me asusta, como asusta la total ligereza con la que me habla y aconseja.
Decía que a veces puede ser hiriente. En su descargo he de decir que no es algo frecuente. Sin embargo, cuando frunce el ceño o camina altanero, produce en mi un efecto que a los ojos mirarle no puedo.
Igual que me eleva me entierra. Igual que con sus palabras me encanta, con ellas me espanta. Con ellas y su trato, indistintamente me atrapa y aparta. Con su vida, y su conocimiento de la mia, me confunde.
Puede llamarse Alberto. Puede que sea su nombre Óscar, aún cuando es eso lo que por todo merece. Puede merecer un César, o también llamarse de ese modo. Puede ser Judas y besarme, o ser Pedro y negarme. Puede ser mil nombres y uno sólo.
Puede serlo todo, o puede ser nada. Puedo ser tan sólo yo, o puede ser únicamente él. Puede ser nada menos que un amigo, o nada más que un perfecto desconocido. Puede no ser nadie o ser, simplemente, mi reflejo encontrado en un espejo.
No es cosa del alquiler. Tampoco nada voluntario ni buscado. Desconozco el motivo y la razón, como tampoco conozco a quién también ocupa mi habitación. Y es que, aún compartiendo cuarto, lo cierto es que es el uno para el otro un perfecto desconocido.
Nos desconocemos de una manera tan perfecta, que únicamente sé de él que trabaja como actor. No sé si de cine o televisión. Tampoco sé si de teatro. Sólo que día a día se viste con mis ropas e imita a la perfección lo que hago.
Diría, por su repetitiva actuación, que trabaja como mimo. Sin embargo, no parece tal por su porte y percha, y porque en alguna ocasión actúa con total independencia. Tampoco creo, además, que en tiempo de crisis den para tanto las calles…
Y es que su armario, como el mio, no parece hecho precisamente de paja. Alguna que otra vez viste distinto a mi, y puedo ver igualmente en él primeras marcas, marcas que amablemente recomienda e incluso ofrece, demostrando no ser tampoco mudo.
Creo, por contra, que sí es abstemio. Busco a veces agradecerle sus buenos gestos y palabras invitándole a una copa en este rincón y acaba siempre rechazándolo. Sonríe y me cede el paso al salir de nuestro cuarto, pero desaparece sin mediar palabra en cuanto de casa salgo.
No se lo tengo ya en cuenta, pues sé que es parco en palabras, del mismo modo que sé bien ya que cuando aparca los silencios, puede llegar a ser bastante pedante, e incluso hiriente.
Aunque me evite e ignore, reconozco que tiende a tratarme con respeto y buenos modos. Con esa ya inconfundible sonrisa gratifica mis oídos con anécdotas y alabanzas. Me halaga y hace creerme superior a cualquiera, aún cuando diría que a cualquiera conoce mejor que a mi. Y es que, como él, también yo soy parco en palabras en lo que a mi vida respecta.
Por desgracia, eso es algo que no respeta. Odio que en ella se entrometa. Y sin embargo, lo hace. Pese a mi parquedad, parece conocerlo todo de mi. Puede parecer lógico compartiendo habitación, pero creo que lo es menos no conociendo ni su nombre.
Él el mio seguro lo conocerá. Abrirá mi correspondencia. Investigará cosas sobre mi con astucia y paciencia. Qué se yo… La cuestión es que que tanto de mi sepa me asusta, como asusta la total ligereza con la que me habla y aconseja.
Decía que a veces puede ser hiriente. En su descargo he de decir que no es algo frecuente. Sin embargo, cuando frunce el ceño o camina altanero, produce en mi un efecto que a los ojos mirarle no puedo.
Igual que me eleva me entierra. Igual que con sus palabras me encanta, con ellas me espanta. Con ellas y su trato, indistintamente me atrapa y aparta. Con su vida, y su conocimiento de la mia, me confunde.
Puede llamarse Alberto. Puede que sea su nombre Óscar, aún cuando es eso lo que por todo merece. Puede merecer un César, o también llamarse de ese modo. Puede ser Judas y besarme, o ser Pedro y negarme. Puede ser mil nombres y uno sólo.
Puede serlo todo, o puede ser nada. Puedo ser tan sólo yo, o puede ser únicamente él. Puede ser nada menos que un amigo, o nada más que un perfecto desconocido. Puede no ser nadie o ser, simplemente, mi reflejo encontrado en un espejo.
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Jesús Domínguez,
La Lola's Club
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