martes, 5 de abril de 2011

Rompeolas

Por esas veces en que desde el rompeolas nos acordamos el uno del otro... Te quiero.

Con los bolsillos envasados al vacío

Recuerdo aquella noche en que soñé convertirte en cualquiera. Olían a añejo los oídos de mis confesores cuando de mis labios brotaron los vocablos. Pura rutina para quien oía resignado mi relato.

Invadía un hastío no reconocido a quien tuvo un día la desgracia de ser considerado amigo del arrastrado. Un hastío casi tan viejo como los restos del naufragio que un día en ello me convirtió.

Por vocación había sido mendigo. Las sonrisas de otras, las migas de pan que me saciaban. El amor verdadero hacía tiempo lo había conocido. Para mi desgracia, había decidido convertirse en mi enemigo.

Entonces presumía de torería de salón. Acostumbrado a la barrera, jamás arriesgaba al pisar el ruedo. Quizá por ser gallego estaba hecho a ver como triunfaban en el albero payasos disfrazados de toreros.

Toreao' en muchas plazas o por simple miedo al cacho, no peinaba ya coleta. A cada puerta grande que se abría, respondía dando un bote. Por la ventana salía antes de alcanzar suerte suprema.

Creía ser feliz siendo un sinvergüenza. Como al torero que se duerme, sonaron clarines y timbales en forma de advertencia. “Ve con cuidado, no vayas a hacer daño”, dijo el matador al picador.

Hacían sus palabras justicia a mi mala fama bien ganada. De mujeriego y pendenciero era la visión que daba al escribir de putas y borrachos. Con los bolsillos envasados al vacío, la vida del arrastrado disfrutaba. Entonces, me pediste ser literatura.

Naufragamos varios días en mis pies de vagabundo. Hicimos de los bancos tabla de salvación para aislarnos del mundo. Convertimos un agradecimiento en beso, un dibujo en “hasta pronto”. Hicimos de la primera de las despedidas la más incrédula.

Siempre he pensado que es difícil abrazar la fe cuando uno ha sido siempre un descreído. Pero, ¿qué es la fe sin el riesgo ciego? A tientas me invitaste a convertir tus labios en el folio en que esbozar mis besos.

Como quien de un dedo coge un brazo, de tu invitación he sacado el vicio de verme reflejado en el espejo de tus ojos. Aquel odio del amor ha tornado disfrazado de cómplice y amigo, como el mujeriego ha tornado por ti en creyente.

La vida me ha enseñado que quien te rodea no es más que gente de paso, gente que hoy está, pero que deja de estar cuando cambias el colchón en el que duermes. En ocasiones, es cuando te das la vuelta en la cama cuando desaparece, cuando se convierte en un simple sueño.

El tiempo, sabio, nos hará soñar y desaparecer. Disfrutemos mientras despiertos del placer de nuestros cuerpos, de la literatura de los labios. Vivamos mientras como si a cada momento le faltase media hora para llegar a puerto.

lunes, 14 de febrero de 2011

Cry me a river

Sonaba jazz cuando el maestro Alvite y yo departíamos de amor. Otro amigo, él con más suerte que nosotros, sonaba de fondo acompañándonos con esta canción:

Identificación o muerte

Anoche compartí barra con el maestro Alvite. Pasaban de las doce, por tanto día catorce. Sobre San Valentín y amor, reflexionó.

- No puedo quejarme de mi suerte en el amor. Mis desgracias sentimentales en realidad las busqué por mi propia mano, así que no puedo culpar a nadie. Ahora me doy cuenta de los graves errores cometidos y a veces pienso que si me sonrió tanto la suerte habrá sido seguramente porque aquellas benditas mujeres tuvieron la desgracia de confundirme con otro.

Sonreí y asentí, tratando de ocultar la poca vergüenza torera que me queda. Fueron aquellas palabras para mí como la dicotomía en que uno se encuentra, en ocasiones, ante hombre armado uniformado.

Identificación o muerte, absurda disquisición la del civil borracho y escritor frustrado. Casi tan absurda como pensar que el jazz cura las heridas producidas por el amor, la guerra y el dentista.

Los acordes del pianista no son más que la morfina que momentáneamente alivia al moribundo. Es verdad que no es la sal del saxofonista furibundo de un ahogado blues, pero no es ni mucho menos cura.

Si acaso diremos que alivia al penitente, como el intercambio de unos rezos por la expiación del pecado. Pero remedio para el recuerdo y desamor, estoy seguro que no es.

No obstante, de enamorados frustrados están los clubs de jazz llenos, como de ricos los cementerios. Porque así es el ser humano. Quiere ver y creer incluso cuando la ceguera inunda su mirada de incredulidad.

El ser humano, y más en un día como hoy, desea escuchar de la boca de otro u otra un siempre o un jamás. Se siente seguro pensando en el futuro, incluso a riesgo de que la ilusión creada se lleve por delante lo que en realidad vive.

Los avatares del destino a mí me han llevado a no creer en el sino. A creer que la vida es un compendio de pequeñas cosas, y que cada cual escribe su camino. Que el hombre es un lobo para el hombre hace tiempo que se sabe. ¿Para qué confiar?

Dice el refranero popular que cada cual es dueño de sus silencios y esclavos de sus palabras. Quizá de ahí que calle más de lo que hablo. Prefiero sólo ser esclavo de mi día a día. Otros lo son de un “siempre” que nunca llegará. De un “nunca” que no existe.

Preferí identificación a muerte cuando el maestro habló de amor. Qué otra cosa podía hacer si vienen también de sus torpezas mis aventuras. Qué podía hacer si son mis manos quienes provocan mis desventuras…

lunes, 31 de enero de 2011

Sin ti no soy nada

Dedicado a los que se sienten nada cuando él ya no está ahí. A las que gritan a los cuatro vientos por un amor perdido que "Sin ti no soy nada".

Al final de la botella

No fue una gran noche. De no ser por la plenitud en que la Luna se encontraba, diría que no fue aquello más que una tarde sombría. Una de esas en que se esconden tras las nubes sueños y horizontes.

- Nada es para siempre.
- El nunca es un ente que no existe.
- Tampoco Dios.
- A Dios juro que siempre te querré…


Cruzó la puerta y giró sobre sí antes de desaparecer. Vi por su mirada pasar todo aquello que vivimos juntos. Me sentí cercano a la muerte recordando todas aquellas experiencias. Cielos, qué felices fuimos juntos…

¿Qué pudo ir mal? No lo acierto a adivinar. Quizá pequé de soñador. O a lo mejor fue el horror que me producen los viajes en avión. Hoy en día no es bien visto ser marinero en tierra y aviador sin mar.

Era para mí su sonrisa lo que para Jesús fue su sudario. Un alivio que me alivió las penas sin necesidad de tiritas y alcohol. Haberla perdido hace inútil cualquier tipo de parche e ineficaz mi borrachera.

Y sin embargo bebo. ¿Qué otra cosa puedo hacer? Sé que en el final de la botella no me encontraré al olvido, pero es en el fondo de la botella en el único lugar donde no me encuentro perdido.

Tan solo en mis penas habito. Portal número uno, en el que ahogo un grito. De desazón. De desesperación por haber perdido a quien jamás más quise. A quien todo me dio, y a quien todo jamás supe dar.

- Déjame seguir caminando junto a ti.
- El sendero es sinuoso y se ha estrechado.
- Caminaré detrás de ti.
- Detrás de mí no hay nada. Frente a mí, un mundo sin ti.


No puedo sin ella más que beber y llorar, beber y llorar. Buscando al final de la botella hallar mi propio camino. Llorando por lo que sin ella soy. Por todo haberlo perdido.

domingo, 9 de enero de 2011

Meninos da rua

Y te bautizaron con hambre y te apellidaron miseria...

Y sin embargo, sonrientes

Gritos ahogados en pena. Inundados de tristeza. Afónicos de dolor. Lágrimas que nadie recuerda. En las que nadie repara. Niños. Niñas maltratadas. Y sin embargo, sonrientes.

Esperanzas inánimes, muertas de inanición. Lamentos unánimes de gente inanimada, que permanece mano sobre mano, mientras otros se aferran a lo más nimio para no sufrir. Para poder seguir adelante.

Sobrevivir como forma de vida. Como forma de vivir, hacer sufrir. Proximidad o distancia, lo mismo da si se resiente el corazón. Dan lo mismo los kilómetros si la alegría no llega a tu buzón.

Muñecas de trapo que dan enormes alegrías. Y cuyo espíritu supera por mucho al de muchas personas. Espíritus sin corazón ni alma, que dañan al lejano. Y también al prójimo.

- Los céntimos que encuentro se los doy a mamá para que compre de comer.

Cartas escritas con el corazón. Huchas con un par de euros. Abrazos. Besos. Madurez precoz. Niños. Niñas maltratadas. Y, cuando llegan los reyes, sin embargo sonrientes.