miércoles, 7 de octubre de 2009

Moon River

Me hablaba Irene antes de comenzar el segundo pase de la mala educación. Me alegró ver que, como yo, cree que no toda la juventud se encuentra anclada en un 1963 digitalizado, y que también a veces la culpa es de los padres y el entorno que un grupo de malcriados acaben siendo puestos en cintura en un programa de televisión que representa un colegio en ese año.

Tras ello, me gustó ver también como me hacía un guiño comenzando el siguiente pase con la canción de una película que lleva por nombre el tema de nuestra última conversación.

La mala educación

En más de una ocasión me ha resguardado la nocturnidad y he recomendado a alguna amiga un libro con qué cultivarse. Con otras, sin embargo, me ha faltado valor para afrontar la posible saña derivada de una sugerencia tan banal como recomendarles comenzar a elevar su coeficiente intelectual con el cambio de color de tinte.

No es que las rubias me parezcan imbéciles, pues ya ves, cielo, que yo misma lo soy. Ocurre que, en ocasiones, recomendaría un cambio a un color platino con el cual seguir con el erróneo tópico, únicamente en descargo de morenas o pelirrojas que no van muy a la zaga del mismo.

Ayer pude constatarlo. Eso de que las rubias somos más tontas que el resto es un mito. Hay mujeres que, aún siendo morenas, son también bastante estúpidas. Y pude constatarlo con una madre que, en su ignorancia, maleducaba a su hijo a la salida del colegio.

Sé que está mal prestar atención a conversaciones ajenas, y más si son de desconocidos, pero no pude evitar, parada en un semáforo, escuchar como una madre decía a su hijo que lo que el profesor le había dicho en clase era mentira, y que si debía aprenderlo era única y exclusivamente para no llevar un suspenso luego a casa.

El tan controvertido tema, cielo, no era otra cosa que las religiones en la antigua Roma. No sé si por creencias propias, pero en cuanto “religión” y “Roma” salieron de la boca del niño, la madre rebuznó rauda y veloz para corregirle y decirle que “de la religión católica, apostólica y romana, os habrán hablado”.
Fue, ante la negativa del crío, ante lo cual la prima del asno co-protagonista de Shrek advirtió del error del profesor, aun remarcándole el churumbel que la temática sobre la que están trabajando son las antiguas y grandes civilizaciones.

Fue también en ese preciso instante cuando a puntito estuve de estamparle el libro sobre religiones egipcias que venía de comprar en todo el buzón, pues llevando tal bien bajo el brazo, mis oídos hubieron de soportar la aberración que cometía la señora al decir que en la antigüedad se llamaba dioses a las personas famosas.

Ahora, a toro pasado, pienso en lo mucho que me gustaría ver a esa madre, tirada en el sofá de su casa, gritando “niño, calla, ¿no ves que están hablando de La Esteban?”, mientras su hijo le pide que le explique el motivo por el cual ocho por siete son cincuenta y seis.

O, mejor aún, me gustaría haber visto la cara que se le habría quedado si en el momento que califica a los dioses egipcios de personas famosas, abro las páginas de Ra, Anubis, Thot o Amón y le muestro sus formas tan poco humanas (aunque aquí corriese el riesgo de que me enseñase una foto de La Campa ardiendo en cólera o de algún personajillo del Gran Hermano 3587).

Llegados a tal punto, es cuando ya no me sorprenden los retratos que programas como “Clase del 63” hacen de la juventud. Si un parlamentario escribe ‘inundaciones’ con ‘h’, una ministra habla de ‘los miembros y las miembras’ y una madre inculta dice a su hijo que la única religión existente en Roma fue la ‘católica, apostólica y romana’, es lógico que niñatos como los que en ese programa salen coloquen luego a Lugo en Badajoz, a León en Andalucía o digan que ocho por siete son cuarenta “por sus cojones”.

Te sorprenderá la referencia que hago a tal programa. Antes de comenzar el primer pase pude ver un rato, mientras me vestía. Si estabas ya aquí no lo habrás podido ver, pero es denigrante. Me niego a creer que así son las nuevas generaciones. Algo habrá distinto a esos despojos, aunque no salga retratado en lugar alguno. Me niego a creer que nuestro futuro está en manos de hijos cuyas madres niegan rasgos básicos de la historia antigua, y que todos son, realmente, hijos del tomate y el móvil.

Me niego a creer, cielo, que el mundo está perdido. No niego la existencia de animales irracionales como La Esteban, La Campa, la señora del semáforo o los niños de “Clase del 63”, pero me niego a creer que ése sea el futuro.

Y si lo es, que se cumpla el mito egipcio y en 2012 termine un ciclo. Y tras él, que el ave fénix resurja. Y que lo haga con educación. Y sin televisión.

domingo, 4 de octubre de 2009

Brucia la terra

No busqueis orden, pues sólo dice lo que dice.
No busqueis lógica, pues para unos pocos la tiene.
No busqueis más allá, pues más allá poco existe.

Orgullo y honor

Admiro tu determinación. El temor al camino nuevo nunca ha detenido. Siempre que has abandonado un camino viejo has sabido qué era aquello que dejabas atrás. Sin embargo, nunca has temido a aquello que el nuevo y desconocido camino pudiera depararte.

Das ahora tus primeros pasos en una nueva senda. Sé precavido. Desconfiado, incluso. No dudes en que, si pueden acabar contigo, lo harán. No des un paso en falso. Recuerda siempre que no hay peor cosa que intentar ser del mundo la mejor persona, y que un orgullo como el tuyo sólo se convertirá en virtud si llegas a convertirlo en honor.

Debes ser perseverante y paciente. No existe la gloria sin sufrimiento, ni el honor sin lucha. Debes también abstraerte de los hechos. Ver gente donde otros ven personas, aún cuando esas personas sean allegadas, pues son esos allegados los primeros que deben guardarte fidelidad, y sin embargo no lo hacen.

Ellos son los primeros que merecen ser ajusticiados. No existe familia sin respeto y fidelidad. Recuérdalo. Lo que ahora ocurre es sólo pasajero. El tiempo no cambia a las personas, sino que las descubre.

Es por ello por lo que no debes dudar. Ellos no han variado un ápice. Tan sólo lo han hecho las máscaras con las que intentan confundirte. Siguen siendo seres despreciables. Antes lo eran por repudiarte. Ahora lo son por intentar utilizarte.

Seamos francos: Jamás les has interesado. El interés que ahora les suscitas es pura fachada. Después de toda una vida de desprecio, ahora vienen solicitando tu ayuda. Unen su causa a la tuya por mero interés. Conocen de tu perseverancia, pero no de tu frialdad y fortaleza.

Es tu frialdad lo que debe imperar en este momento. No dejes en ningún momento que conozcan en profundidad tus pensamientos. No sobre ellos. Su confianza será tu posterior victoria. También a ella contribuirá tu decisión. Cuanto más decidida sea tu colaboración para que todo prospere, mayor será su percepción del olvido y del perdón.

No debe existir este en ningún momento, sin embargo. No tras todo lo pasado. Después de todo lo sufrido, no debe haber en ti lugar a la compasión. Por la caridad entra la peste, y esta es bubónica. Nadie mejor que tú lo sabrá.

No hay mayor rata que la que reniega de sus lazos de sangre. No hay rata mayor que la que traiciona a su familia. El mero hecho de hacerlo, merece la desconsideración como tal. Y todo lo que no pertenezca a tu familia, y muestre tan poco respeto hacia ti, chico, merece sin duda ser aplastado.

Deja que caminen confiados. Hazles creer perdonados y, cuando todo haya pasado y vuestros intereses vuelvan a caminar separados, actúa. Hazlo, y disfruta de ello, pues no hay mejor venganza que la gestada desde la confianza ajena y la propia frialdad.

No puedo asegurarte que la venganza no pueda ser también dolorosa. La mía lo fue. No fue fácil acabar con sangre de mi sangre, o con quién me vio crecer. He de reconocer, en cualquier caso, que no por ser doloroso me tembló el pulso. Después de todo, aquello era lo mejor para la familia.

Mi familia era yo, y también mis allegados más fieles. Lo mismo pasa en tu caso. Tú eres tu verdadera familia, como lo es tu reducido núcleo familiar. No han sido, son, ni tampoco serán, aquellos que te han escupido tantas veces a la cara. Jamás podrá considerarse familia a quién únicamente te busca por interés e insulta tu inteligencia no pidiendo clemencia, sino colaboración.

Ahora es por tu familia por quién debes luchar. Es por tu familia por quién debes ser inteligente y frío. Es por tu familia por quién debes enaltecer tu orgullo a través del honor.

Es por tu familia, y especialmente por ti, por quién debes, en definitiva, actuar para que, como en su día ocurrió con mi sobrino, en el final de los finales el hijo bastardo se convierta en Don.