lunes, 9 de noviembre de 2009

Mujer de armas tomar... o dejar

Era una policía mi fetiche de la noche. Auguraba una buena despedida del día. Uniforme, como lo que ella vestía, siempre que fuese ello lo que mi bestia pretendía. Así creí que sería, pues como suele decirse, donde hay agujero hay alegría. Sin embargo, algo ocurrió que ello no lo proporcionó.

“Vamos, puta, alégrame la noche”, dije. Ella me pegó. Yo luego le pagué. Pistola ella en mano, creí que cenaría algún tipo de delicatesen con guarnición de plomo. Me veía ya reposando sobre mi cama en pijama de pino. No fue aquello, sin embargo, más que un fraude de tomo y lomo.

Aquello tenía visos de ser bocata di cardinale. Terminó, sin embargo, siendo pecata minuta únicamente. Y es que no sé bien qué ocurrió, pero abandonado y en pelotas, esposado a la pata del billar me dejó.

Mi memoria selectiva ha decidido desterrar al olvido lo ocurrido, aunque, a decir verdad, incluso no llevando a cabo esa criba, podría adivinar qué llevo a aquello a la deriva. Teniendo mi tacto en cuenta, debió ser que dije o hice. No lo sé. El caso es que avergonzado me hallo por haber sido por una ramera abandonado.

Bien merecido lo tengo, dirás. Y una mierda. Tú vienes, pagas y recibes. Ella vino y me esposó, luego se fue y emporrado me dejó. No se dejó olvidado, por contra, el dinero acordado. Meretriz sí, pero tonta no era, la muy… emperatriz.

Aunque no lo creas, lo peor vino después. Desnudo, a la espera de un salvador dejado, por la mujer de la limpieza fui encontrado. Entrada en años y carnes, soltera y más entera de lo que yo me había quedado, dio uso a algo que por otra debía haber sido frotado.

El caso es que, chico, así va España. Comienzas la noche pagando por sexo a una mujer que con un arma te amenaza, y terminas viendo como una virgen ante ti se quita la coraza. La verdad, casi habría preferido recibir de una bala un ardiente beso a haber terminado sodomizado por… por eso.

He de decir, en su descargo, que al acabar entró al almacén y con una sierra me liberó. Ello me hizo sentirme en deuda. De ahí que le ofreciese algo más del dinero en su contrato estipulado, para agradecerle los servicios extra prestados. Sin embargo, debió creer que era por lo que sobre la mesa de billar había hecho. Al contrario que la otra, no cogió el dinero. Pareció tomarse el conato de propina muy a pecho, o eso dice mi ojo derecho.

Flota aún en el aire la posibilidad de que vuelva a frotar. Claro me dejó que a otra limpiadora debo contratar, y con su agresión, también que es mujer de armas tomar. Eso ella. La otra, chico, lo que dejó claro fue que es más bien dada a ser considerada mujer de armas dejar…

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