martes, 9 de febrero de 2010

Chasing Cars

Malgasto mi tiempo soñando contigo. Malgasto mi tiempo... persiguendo coches.

Como un perro persiguiendo coches

¿Sabes, cielo? Dios ha muerto. Encontraron su cadáver desnudo en aquel huerto en que la luna nos dictaba obscenidades e improperios. Su alma ha sido pasto de las llamas. Sería bueno poner velas al diablo. Después de todo, si ha nacido es que no es malo. O eso dice mi madre...

Ya sabes cómo es éso de que la fe mueve montañas. Como mujer es piadosa y no cree en la maldad de la humanidad. Ahora bien, como madre su confianza es menos, quizá porque mientras la fe se basa en la confianza ciega, a uno tiende a verlo desde siempre dando palos de invidente.

No es que su vástago sea a sus ojos malo, sino que malas son las fórmulas que utiliza buscando una felicidad que años ha está por llegar. Malas por ambiciosas o poco realistas, diría si por ello fuera cuestionada.

Y es que si algo llevo grabado a fuego desde niño, es su identificación con un can. Desde que empecé a soñar, me acostumbré a escuchar cómo me decía:
"Cariño, eres como un perro persiguiendo coches. Corres y corres detrás de tus sueños, pero jamás los alcanzas. ¿Y para qué? Aunque lo hicieras, a buen seguro tampoco serías capaz de guiarlos donde pretendes…”.

Creí que contigo sería distinto. Me equivoqué. No fue buena idea comer galletas para calmar la sed. Lo lógico habría sido la sinrazón de perder contigo la cabeza y olvidar la precaución que nos llevó durante un tiempo a besarnos con el casco puesto.

Pasamos la línea rosa que separa amor de atracción. No precisamos tablero. Tampoco hizo falta ajedrez. Poner en jaque a la reina resultó ser suficiente. El remate fue un beso largo con sabor a café rimado. Luego, lo esperado. La ruleta convirtió aquello en drama. Una bala atravesó mi alma. Se llevó consigo un sueño. Ya lo decía mi madre, un nuevo coche se escapa…

Desde entonces imagino cómo habría sido todo si no fuese un sinsentido. De pensamiento ocioso peco en la que otrora fue tu cama. Serpiente y manzana, a ambas las maldigo. Dichoso pecado el dejarte escapar, con Dios como testigo.

Comprándole armas probé suerte. De nada sirvió. Las tuyas fueron siempre mucho más poderosas. Pensaron mis amigos que mi lengua la había comido la gata de mi novia. ¡Y una mierda! Aquel perro salchicha a la meta arribó primero.

Qué otro remedio me quedó que firmar con Lucifer la paz por jamás haber olvidado. No me pareció mal tipo. Sólo un hombre despechado. Hicimos buenas migas. Quizá por ello lo de Dios fuese provocado.

¡Ni olvido ni perdón! Dios no obró el milagro. Entiendo a mi amigo y su rencor. Sus cuernos no fueron buscados. Por eso su condena en llamas, y por eso mis estigmas. Y es que mi corazón aún sangra cuando fluye tu recuerdo de un bolero de Machín.

Eres creyente, pero también rencorosa. Querrás matarme cuando leas ésto que te digo. ¿No te parece la frustración suficiente castigo? Toda una vida intentando ser feliz, y nunca lo consigo.

Ya nada importa. Ven ahora y hazlo, pero que sea a partir de las diez. Antes soñaré con que alcanzo por fin un coche. Antes soñaré con que soy feliz contigo…