domingo, 24 de enero de 2010

E lucevan le stelle

L'ora è fuggita... E muoio disperato.

Martes Trece

Ropa en el suelo. Alcohol en las sábanas. Sangre en el espejo. Estás cansado. Vas por tu décimo folio en blanco. Piensas en el gato. ¿Quién lo habrá matado?

Suena una ranchera. Otra vez el móvil. La cabeza te estalla. El teléfono lo hace contra la pared. No encuentras en ella tu sombra. Tiempo atrás te abandonó. Nada te queda. Ni siquiera tu poesía.

Hace tiempo practicabas verso libre, o eso decías. Ahora sólo te sientes protagonista de “Una muerte en tu mochila”. Te aferras a un sueño. Ese grillete de avión será tu salvación.

Guardas una muda limpia y un par de profilácticos. Aún confías en tu virilidad. Un polvo en el infierno puede minimizar los daños, piensas. Iluso. ¡Mírate! No habrá santa que contigo el purgatorio gane.

Preparas tu última cena. Te imaginas como sería la siguiente con Elvis de telonero. Definitivamente crees que de love me no entender. De lo contrario, ella no te habría abandonado, ni tampoco llevarías días durmiendo con un puñal bajo la almohada.

No ansías cortarte las venas. Buscas sólo un remedio con el que partir en dos tus penas. El que no lo sea la navaja no es razón para que luzcas largas las arterias. No vas a la moda. Jamás hacerlo te gustó. Siempre preferiste el innovar. De ahí que sin paracaídas pienses intentar volar.

Finges ser indiferente al caos que te rodea. Oyes tambores de una guerra que está aún por librar. ¿Es la resaca, o sufres acaso alucinaciones? Todo iba mejor cuando vivías en el frente.

Anhelas tu infancia. De mayor querías ser farola, ¿recuerdas? Tu vida, dulce paradoja. Has acabado borracho en una lúgubre habitación, buscando a base de soplidos apartar la oscuridad. ¡Bendito iluminado!

Recoges tu arma. Limpias el espejo. ¿Tienes algún tipo de complejo? Tenerla más grande no te hace mejor. Ni siquiera menos frío. Piensas cómo la vida podría haber sido si te quedara algún amigo. Recuerdas que el que tenías lo cambiaste en el Congo por el abrazo de un pingüino.

Arrastrado. Así vives desde entonces. Eres un borrón en la cuenta del recuerdo. Ni siquiera tu cadáver asistirá a su sepelio. Pobre Diablo, y de segundo Indiferencia. Jamás una lápida a quién la porta mejor ha definido.

Vuelves a la mesa. Intentas vomitar algo que quizá un día hayas soñado. No redactas nada. Cualquier escrito tuyo es hace tiempo agua pasada. Vuelves a engañarte. No te falta inspiración, te faltan huevos pa’ matarte. En ello piensas, soñando que la besas.

Observas en el calendario tu via crucis particular. Parece ser hoy martes, y decides acostarte. También es día trece y, acabar con lo empezado, hoy ya no te apetece…