miércoles, 14 de enero de 2009

La Voz de la Experiencia

Sabes, muchacho, la vida no me trató mal.
Siempre tuve carácter suficiente para imponerme allá donde iba. Nada más nacer, impuse mi ley. Dejé el piso donde había vivido hasta entonces como si hubiese pasado por allí una banda de cuatreros. A todas las mujeres quise hacer únicamente mias, hasta mi madre. Por eso le hice sufrir tanto con mi nacimiento, para ser el único que allí había dejado su huella. Allí, y en el tímpano que le reventé como advertencia de que no consentiría escarceos con otros. Sí, nací mediante un parto difícil, pero ella se lo buscó. Mi madre fue mi primera mujer, pero no la última. No, se puede decir que mujeres no me faltaron.

Fui también un buen italiano en los años que corrían. Trabajaba allí donde los negros fuesen mercancía de igual valor al mio. Cuando mi valor era mayor, ayudaba a los mios; y cuando era menor, eran los de fuera los que me "ayudaban" a mi. Así forjé amistad con varios policías. Y ellos forjaron mi cuerpo a base de puntapiés.

Luego comencé en la música y, muchacho, fue ahí donde me gané el cielo. El que yo esté aquí es un error, un capricho de Hades. Pregunta al bueno de Al, yo siempre ayudaba a los mios. Fui un buen italiano, muchacho. Ayudé incluso a aquellos chicos de la "Oficina".
No eran malos tipos aquellos. Algunos, incluso, pese a ser de Jersey, iban a veces por el Savoy. Una noche, Ernie presentó a Moretti y a Lucky Luciano al bueno de Al. Al día siguiente Newman publicaba la descripción de los tres fiambres que les acompañaban en la mesa del fondo. También había descrito a los muertos que se disponían a degustarlos, aunque la descripción de estos era más triste y aburrida.

También conocí a JFK. Gracias a él, el fichero que de mi guardaba el FBI no tuvo mayor relevancia que el que yo mismo podría haber hecho sobre mis escarceos con el sexo opuesto, y gracias a haber hecho campaña para él. Y es que si de algo puedo presumir, muchacho, es de haber sido amigo de mis amigos y amante de mis amantes.
Me casé cuatro veces, y puedo presumir de haber estado con mujeres como Ava Gardner o Mia Farrow, o incluso de haber sido soportado por Marilyn Monroe. Qué gran pareja hacíamos. Ahora, sin embargo, el glamour ha dejado paso al postureo. Ahí tienes a los Beckham, o a Brad Pitt y Angelina Jolie. Antes, cualquier estrella podía cebarse como un gorrino y seguir siendo estrella. Hoy día hay incluso quién no come para evitar el defecar, ignorando que quizá sea su mierda aquello que más sustancia tiene en su personalidad.

Si de verdad quieres ser alguien, evita regímenes como ese. Decántate siempre por la democracia del comer, del beber y del procrear. Deja de lado, en definitiva, la dictadura del aparentar. Evita que tu mierda valga más que tus ideas, y no pierdas nunca la cabeza. Haz que sean los otros quienes la pierdan por ti, quienes se preocupen de tenerte como amigo o de temerte como enemigo. No permitas nunca que tu buen corazón provoque que tus ojos vean monstruos allí donde tan sólo hay molinos, y deja el jazz te escolte hasta las puertas del Averno.
Si dejas que el jazz te guíe, muchacho, el nivel de tu narrativa alcanzará tales cotas que incluso un niño de parvulario preferirá tu cálculo renal al "uno más uno son siete" del cálculo habitual en su aprendizaje.

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