miércoles, 4 de marzo de 2009

Olvidando a Olvido

Sé que suena paradójico, pero esa chica a la que soy incapaz de olvidar se llama Olvido. Ya, ya sé que muchas veces he dicho que después de lo suyo, únicamente he sido capaz de enamorarme de mi propia vida, y también que a las mujeres que mi cama frecuentan las olvido con la misma facilidad que pronuncio su nombre.

No sé, chico. Ya no pago fantas. Ahora sólo bebo ron. No soy ya ese idiota que la quiere a morir. Simplemente, de vez en cuando pienso en dejar el alcohol por algo más dulce que el fondo de esta copa. Y eso dulce es ella. Ya, ya sé que lo he pasado mal, y creeme, todavía en ocasiones tengo mis malos momentos, y vuelvo a sentir por ella Dios sabe qué. Como esos enamoramientos que sufro hacia otras, al poco se me pasa, pero quiero pensar que el que en ella piense, en ocasiones, no es indicativo de algo.

El caso es que, se llama Olvido, y sin embargo, de ella muchas veces me acuerdo. La recuerdo en casi cada canción que Irene canta. Casi en cada cartel que por la calle veo en el cual salga algo que tenga que ver con amor o sucedáneos. La recuerdo en casa, en cada foto que guardo, o en cada carta que me escribió y que todavía, en ocasiones, leo. Sé que suena paradójico, pero aún cuando quiero olvidar, no puedo sino recordar.

Estoy enamorado de la vida, chico, pero ella dejó una huella imborrable. Por olvidarla, sería capaz de arrojar mi corazón en un cazo lleno de lejía. Viajaría a Milán en busca de la mayor goma de borrar. Borraría de mi esos recuerdos inolvidables de Olvido de cualquier manera posible que no conllevase el suicidio. Hasta en ello tengo pensado, no creas. He declinado la oferta de mi serpiente no por no tentadora, sino por miedo a tener que purgar mi alma como fantasma en su casa.

Has escuchado bien. Tengo una serpiente. Es mi fiel compañera desde que ella me envió al rincón de su olvido. La compré con la esperanza de que se comiese a aquella enorme rata que me la arrebató. Se lo propuse, pero la idea no cuajó. En cuanto supo de la existencia del dos neuronas, se hizo vegetariana. Antes de su llegada pensaba hacerme budista, ahora incluso me planteo el hacerme seminarista. He dejado los mantras por la inseminación de mis mantas, y todo porque, por culpa de mi serpiente, he olvidado que ningún rezo hare krisknaar me hará olvidar que, aún no siendo buena, sí fue la mejor.
Eso es lo que me separa del seminario, chico. Podría purgar mis pecados, pero nunca olvidar la tentación no ya de morder la manzana envenenada que mi pecaminosa serpiente me ofrece, sino de buscar en otra mujer el pecar como con ella pecaba y el olvidar, por fin, a Olvido.

Quizá siendo hare krisknaar pudiera hacerlo. También los budistas pecan, pero dudo mucho que en el budismo represente una serpiente lo que en el catolicismo. Quizá por mis mantra se compadeciese de mi Buda como Dios no lo hace y dejase mi serpiente de representar el recuerdo de algo que pretendo olvidar. Puede que, de ser budista, lograse concentrarme en no pecar. No creo, sin embargo, que siquiera el más efectivo de los tantras escritos lograse hacerme dejar de recordar.

Lo sé. Suena paradójico que permanezca siempre en mi el recuerdo de una Olvido. Creeme, chico, mil opciones he barajado, y mil religiones he profesado. Sin embargo, y aunque me pese, he de reconocer que sólo la de mi Diosa serpiente he abrazado. Aunque me pese, chico, a todas menos a Olvido he olvidado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario