jueves, 5 de marzo de 2009

Astro Rey

Se aproxima la llegada de la primavera. No hay más que ver días como el de hoy. Corren malos tiempos para la lírica, chico. Y es que ningún pesimista bohemio que se precie escribirá jamás un poema al Sol o a las flores. Escribirá, a lo sumo, al polen, y no precisamente a aquel que proviene de los pétalos, sino a ese que provoca alucinaciones y del que tanto gustan algunos de los chicos del billar.

Otros, los menos, no precisan de polvos mágicos para elevarse a los altares del alucinantismo. Les basta con sentirse importantes siendo ellos los cortejados por las tres cortesanas de enfrente, o viendo como estas se convierten en animales de corte en comparación con quién les emborracha noche tras noche o con quién ameniza sus cogorzas con esas canciones que luego ellos balbucean de camino a casa.

A mi, la verdad, estos días sólo me invitan a beber más, y no porque la deshidratación sea mayor, sino porque es mayor la animadversión que tengo a la climatología. Con lo bonita que es la sensación de llegar a nuestro rincón húmedo, y tiene que comenzar ahora el astro rey a asomar la cabeza. ¡A la guillotina lo mandaba yo, coño! Y es que son los días como el de hoy en los que los republicanos debían aflorar para pedir la vuelta del mal tiempo, aunque por ello se volviesen, a la larga, mustios.

No creas que tengo nada en contra de los republicanos, chico. Yo soy claramente monárquico, pero al fin y al cabo, su forma de concebir el estado es la misma que la mia, con el matiz de la familiaridad.
A la Familia Real, al menos, podemos considerarla como parte de nuestra familia. El que los mantengamos no es nada contra lo que revelarse. Después de todo, tampoco he conocido nunca a mis tíos de Argentina, y no por ello hemos dejado de mandarle todos los años la típica postal navideña. Y qué que vivan de nuestros impuestos. Prefiero concebir a la Familia Real como mi familia que a un presidente de una República como a una de esas novias que sólo te quiere por tu dinero.

Seas rico o pobre, el que el rey nos sangre no dista mucho del enviar postales a familiares lejanos, o del hacer un costoso regalo de boda a la prima de la mujer de tu hermano. Al menos al rey puedes verlo una vez al año, a la hija del hermano de tu suegra, ni eso.
En cambio, el que el mantenido de turno sea uno diferente cada cierto tiempo, no sé a ti, pero a mi me hace sentirme un poco como la Pantoja. El presidente de la República es, para mi, como las novias de Paquirrín. Hoy el pueblo se decanta por un hombre y su familia a los que debes mantener, como Kiko se decanta por la Choni de turno; y mañana, cuando la Choni deja la jefatura del Estado, o cuando el presidente abandona a Kiko, el único recuerdo que te queda de ese que de ti ha vivido es que, aún habiéndole maldicho mil veces y aún acordándose otras mil de su madre, vivirá de por vida a cuenta tuya, bien por el sueldo vitalicio de turno, o bien por enseñar sus tetas en la portada de Interviú.

Sí, lo sé. Estarás pensando en que peor ha sido siempre la situación de la Iglesia. Sin embargo, sabrás eso de que la religión es el opio del pueblo. Por ello, con la religión no me meto. Jamás me han gustado los curas ni he probado las drogas. No creo que estas me gustasen, del mismo modo que nunca se me ocurriría probar de una novicia más que sus dulces elaborados.

Pensándolo bien quizá deje el alcohol y empiece yo también a dedicarme al rezo. No fumo, ni frecuento compañías femeninas, pero el ron me hace delirar. Al Sol puedo culparle de que por su culpa asquee la astrología, pero jamás podré culparle por las estupideces que balbuceo.
O a lo mejor, más que en dejar el alcohol y dedicarme al rezo, la cuestión estará en que empiece a fumar y deje que cualquiera de aquellas tres zorras trate con mi noble corcel.
No sé, chico. Cuando vuelva la climatología bohemia, creo que decidiré qué hacer. Por lo pronto, no soy republicano pero, ¡me cago en el Astro Rey!

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