sábado, 21 de febrero de 2009

Carnaval, carnaval...

Adoro los carnavales, chico. Adoro ver como la gente disfraza sus complejos y defectos. Fíjate sino en mis tres amigas. Pobres, y todavía creerán, para variar, que van divinas. En cierto modo, incluso aciertan esta vez. Van divinamente patéticas. Míralas. Simplemente, indescriptibles. Creía que el día a día sería difícil de superar, pero han logrado con sus vestimentas de estos días ser todavía más ridículas.

Aunque en apariencia no lo parezca, me han obligado a mi también a disfrazarme. Sí, chico, aunque no lo parezca, voy disfrazado, sólo que mi disfraz es más elocuente. ¿No te dicen nada las hojas que llevo de mi planta colgadas en las orejas? En efecto, yo voy disfrazado de planta cizañera. Sólo me falta la maceta a los pies, pero a tanto no me he atrevido a desvestir a mi compañera. La respeto demasiado como para ello.

A ellas, sin embargo, no las respeto nada. No se lo merecen. Por ello, a ellas sí las desproveería de sus atuendos, pero tranquilo, jamás con fines impuros o sexuales. No. Yo las desvestiría (eso sí, siempre con guantes y con un pañuelo en los ojos, para no provocarme un daño irreparable en mis retinas) para ayudarles a vestirse luego unos bonitos pijamas. Irían, gracias a mi, disfrazadas de dormilonas. Gracias a mi, dormirían para siempre en sus pijamas de pino. Si de mi dependiera, en sus vidas sería siempre carnaval, y su disfraz, como no puede ser de otro modo, sería la muerte.

No pretendas aparentar ahora ser tú un buen chico. Seguro que has pensado en lo mismo, o en algo peor. Después de todo, algún pretexto tienes que tener para emborracharte día tras día con nosotros. Alguien cuya vida marche sobre ruedas, jamás verá a Irene disfrazarse de regla un día tras otro, ni tampoco ver como esas tres, como dice el anuncio, se reencargan el pijas. Seguro que en más de una ocasión has deseado reencargarte tú en una AK47 para cargártelas. Creeme, a todos nos pasa, incluido el dos neuronas que se tira a "El Señor Andrés". ¿No ves acaso la cara de estreñido que lleva siempre? Eso es que viene mal follado, o que no las soporta. O incluso las dos cosas.

Lo sé, soy un insensible, y disfruto siéndolo. Yo antes no era así. Es la sociedad, que me pervierte. La sociedad, y esa furcia de la que el otro día te hablaba. Desde entonces, raro que sienta yo compasión por alguien del sexo opuesto. No es que sea misógino, como Gustavo. Simplemente no he encontrado todavía, más allá de mi planta, otra mujer que merezca mi atención o sensibilidad, al menos en positivo. Él las odia a todas por el mero hecho de ser hembras, para mi en cambio Irene y Leyre se acercan al ideal de mujer que me suele provocar cierta empatía, pero después de todo, puede que incluso en ellas sea todo apariencia. La cordialidad es en ellas una obligación. Habría que ver si fuera no son como Las Tres Desgracias, quienes con sus pisadas consiguen que, como Atila el huno, allí por donde vayan nada más crezca. No es que ellas sean despiadadas, es que son asquerosas. Hasta a la Madre Tierra le reproducen tales arcadas, que esta prefiere permanecer virgen a descubrir qué horrores sucederán a sus huellas.

Hoy esas pisadas se suceden con medias de colores, minifaldas y tacones. Pobre Madre Tierra. Ella no tiene disfraz. Antes de sufrir los que Las Tres Desgracias visten. A buen seguro preferiría portar un pijama de pino y hacerse la dormilona a vislumbrar con sus habituales atuendos sobre sí tales adefesios travestidos.
Cierto es que no es la única que sufre viéndolas. Irene las divisa desde el escenario disfrazada de menstruación, y ve día a día en ellas el radicalismo de la monstruación. Yo sufro acompañado de mi inseparable cizaña. Gustavo, de su misoginia. Leyre incluso tiene que servirles y ver como la hacen de menos.

A cada cual en La Lola's, le acompaña una manera distinta de soportar a esos tres sujetos. El nexo que a todos es común es que, como la Madre Tierra, a todos nos gustaría invitarlas a ese trago de cianuro que tú ayer fuiste incapaz de tomar.
Lástima que mi planta me tenga prohibido el invitar a nada a otra mujer. El carnaval podría ser la mejor excusa para hacer un favor al mundo. Y es que, aunque no lo creas, a mi también me gusta el carnaval y disfrazarme, sólo que mi cizaña no me permite hacerlo de buen chico, como su forma de ser no permite a esas zorras hacerlo de simples personas.

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