domingo, 17 de octubre de 2010

Ternura panameña a precio de saldo

Prefiero yacer aquí cualquier noche que volver a casa, ahora que en mi calle arrecian alternos bajo un arco iris blanco y negro mis pasados sueños y recuerdos.

Allí de cuando en vez extraño aquellas ocasiones en que lo hacíamos con los calcetines blancos puestos. Aquellas ocasiones en las que simular ser catetos era la mejor vía para buscar juntos, sin mayor teorema que nuestra pasión, la hipotenusa del amor.

Ahora me conformo con una prostituta panameña cuyo susurro no es el mismo. No me acostumbro a que dos labios inferiores me acusen de ser padre mientras otros superiores me trabajan a la vez de usted.

Suele decirse que palabras que silencios hieren menos, pero éstos para mí son más placenteros si no son tus versos los que me enaltecen. Inexistentes me parecen ellos si solitarios mis labios permanecen, como de hecho sin ti hacen.

Y es que no es buen compañero el aroma de carmín que Ana deja al miembro. Junto a mí, que no conmigo, al finalizar siempre llora. Tiene un hijo y dos hermanos. Tres pobres engañados.

Cuando los ejecutivos duermen, comienzan sus horas de oficina. Eso es lo que les dice. Falsa mentira. Si bien en realidad sí limpia, no es la suya más que una realidad maquillada que convierte otro polvo en buen negocio.

Ternura panameña a precio casi de saldo, es su historia una de las tantas que aspirando a grandeza a España llegan, y terminan por conformarse con un puñado de euros y quince centímetros.

Ella, tú y yo sabemos que no soy un hombre hecho para ser animal de compañía. Aún así conmigo se desfoga después de que de otro modo yo lo haga, como si fuese capaz de ver que más allá de mi miembro y mis ganas de follar hay uno de esos hombres utópicos que además saben escuchar.

No puedo decir que su historia me enternezca. Sabes, nena, que de siempre yo prefiero la ternera. Lo nuestro me dejó marcado, como si fuese el amor una guerra, y no puedo ahora sino buscar la paz con quien conmigo mejor opera.

El escucharla al acabar es tan solo un plus que tengo que pagar. Ella se desfoga. Yo pienso que te follo y me ruborizo. Jamás por pensar en ti, ni tampoco por lo que entre sus piernas hago. La única vergüenza que me queda es pagar tan poco por un poco de ternura panameña…

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