domingo, 21 de febrero de 2010

Lord Byron

Jamás he sido dado a la gratuita admiración. Idolatrar a alguien siempre mucho me ha costado. Mejor así. Hay quien admira cada vez que mira. Yo prefiero estudiar, y un precio por ello acordar.

No me gusta que la gente sea admirada en balde. Pagar me parece lo más justo por hacerlo. Más de una persona mi dinero ha rechazado, instándome a gastarlo en un psicólogo. Como si lo precisase…

No veo qué hay de raro en ello. El intelecto debería ser un bien preciado, especialmente en un mundo de ello tan carente. Por el contrario, día a día es menospreciado con continuos insultos a la inteligencia que me recuerdan a Lord Byron.

No es que considere a éste imbécil. Nada más lejos. George Gordon era alguien muy cultivado. Lo que me lleva a él es el pensamiento que él tenía y que a la zoofilia recordaría hoy día.

Dijo una vez el poeta que cuanto más del hombre conocía, más a su perro quería. Sobre la mujer, en cambio, lamentó no poder decir lo mismo. Y es que ya se sabe, cada mujer es un mundo.

Cada hombre, mientras tanto, es una isla en el amor con dos neuronas naufragadas. La simplicidad de su razón viene dada por la pasión. Cuando Robinson domina a Miércoles, el punto máximo de ebullición provoca una instintiva. La mujer va más allá. Por eso es más fácil morir por ella que con ella convivir.

La simplicidad lleva a muchos hombres a contar con los dedos de las manos. Sus complicaciones derivan en imaginarnos contando los anillos de las amantes que en tiempo de crisis jamás tendremos.

Otro gallo cantará cuando ésta acabe. O no. Cuestión de amor y huevos. No sé si lo sabrás, pero hay mujeres con un carácter tal que invita a jugar al ajedrez en lugar de ser infiel. Quizá por ello siga soltero. Si no puedo ser infiel, tampoco quiero mover mi alfil.

Algunas te obligan a moverlo cargadas de pasión. Luego dejan el ajedrez de lado por un poco de compasión. Conocen nuestra condición de primates y nuestros instintos más primarios. No les resulta divertido ganar a un mono. Por eso prefieren copular. Mejor ganar un polvo que en menos tiempo de lo que éste dura matar a un rey.

Sobre sexo nunca habló Lord Byron. Sí lo hizo de amor. Es lo único que en la vida hay que ganarse. El resto se puede conseguir robando. Los tiempos han cambiado, pero no los sexos.

Nosotros somos simples, ellas complicadas. En nuestra simpleza radica su incomprensión. En sus rarezas se pierden neuronas y corazón. Por eso, como Lord Byron, yo no hago caso al mío. Prefiero dejarme llevar por la pasión. O untado en mermelada, dejarme querer por mi perro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario