lunes, 23 de febrero de 2009

Canción de amor

Cuando te has acostado varias veces con la misma persona, cielo, la diferencia entre polvo y amor la establece tu comportamiento al despertar.
Si de verdad ha sido un polvo más, lo primero que harás será levantarte a darte una ducha; sino, te quedarás mirando al techo esperando a que ella se despierte. Ella, sin embargo, si está enamorada, se quedará mirándote embobada hasta que seas tú quién abra los ojos, o bien, de no estarlo, se levantará con sigilo, se vestirá, y saldrá de la habitación de aquel hotel de mala muerte donde hayais estado como si viniese de dormir sola.

Aunque quizá no lo creas, yo soy más de estas últimas. Con él estoy bien, pero no quiero ningún tipo de compromiso que suponga el dar las buenas noches a alguien que a la mañana siguiente me pedirá que le regale mis mejores días. No me imagino en mi senectud agarrada del mismo brazo de hoy día tras convertirse su portador en un hombre calvo, gordo, canoso apoyado en un bastón. Tampoco es que tenga in mente irme a Cuba a buscarme un negro zumbón que se pase el día llamándome mi amol mientras porta únicamente un tanga y una pajarita. Simplemente, no pienso en el futuro más allá de mi próxima actuación.

No sé qué piensa él, ni como se levanta. Habitualmente, y por suerte, soy yo la primera en despertar. Me visto, y ni le miro. No soportaría ver como me mira recién levantada. Quizá esté enamorado, o quizá no. Por fortuna, a mi el ciego me dura hasta más allá del amanecer, por lo que es algo que se me escapa, aunque a veces tenga él la sensación de que lo que hago es cualquier cosa menos escaparme. Es justo esa la única canción que le canto, "Escapar", y lo hago más por mofa que porque me guste cantar a mis ligues.

Y es que no me gusta sentirme como una ramera, cielo. Aquí me pagan por cantar, y me gusta hacerlo, pero odio la idea de que alguien se acueste conmigo porque antes le haya dedicado una canción. Por eso no suelo cantarle a nadie con quién antes haya estado. Alguna vez me he bajado incluso de algún caballo por pedirme este un susurro al oído. Y es que, como te digo, cantaré en la noche, pero La Lola's no es precisamente un club de alterne, aunque a veces a John se le pase por la cabeza el convertir su club en ello.

Esas chicas, esas a las que Marco llama Las Tres Desgracias, me da la sensación de que sí cantan. Estoy segura de que por un hombre cantarían bulerías, reggaeton o hasta una de esas canciones salidas en cualquier película de serie 'B' en las cuales quién canta lo hace con acento francés, sólo por la manera en que desnudan con la mirada a los chicos del billar. Es más, de ser La Lola's un prostíbulo, a buen seguro que el francés lo utilizarían sobre la propia mesa de billar.

Puede parecer que desde ahí arriba uno no se entera de mucho, y en cierto modo es verdad. Puedo no escuchar las conversaciones, y el pensar en lo que estoy haciendo no me permite tampoco leer los labios, pero dentro de la concentración que requieren las letras, me fijo igualmente en lo que me rodea. Quizá lo hayas percibido cuando subiste el otro día conmigo.
Uno ahí arriba se siente el centro del universo. Todo el mundo presta atención a lo que los focos iluminan, y en la penumbra se divisan almas errantes de lo más variopintas. Todos debajo tuya, pendientes de la luz que desprende tu voz, como los planetas lo están del Sol, o como esa chica con la que te has acostado fija en ti su mirada enamorada en el rato previo a tu despertar.

Lo sé, cielo. Amo la música, pero no es la canción como el amor. Estarás conmigo en que tampoco lo que yo hago es precisamente la calle, del mismo modo que no es lo mismo levantarte follado que enamorado.

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