lunes, 20 de abril de 2009

El gordo de la lotería

Creí, chico, que no volvería a verte por estos lares. Por suerte, las luces del Jamaica acaban siendo para quién en La Lola's alguna vez ha estado como aquella estrella que desde Oriente ejerció de guía para los Reyes Magos. Esas luces que anuncian la entrada a la ciudad son para los que alguna vez por Leyre habéis sido servidos señal irrefutable de que los caminos del Señor se encuentran alejados de la lujuria de quién en tiempo de crisis frecuenta tal prostíbulo y de aquellos pobres diablos que en lugar de compartir su dinero con las meretrices, lo hacen conmigo a cambio de alcohol.

De pequeño soñaba con ser un niño de San Ildefonso y dar el gordo de la lotería. Ahora el único gordo que concibo forme parte de mi vida es ese inepto proveedor de alcohol llamado Alfonso, con el cual realizar un pedido resulta casi tan quimerístico como que me toque la lotería, sobre todo teniendo en cuenta que el probar con el azar jamás ha sido una de mis prioridades en la vida. Tampoco lo es tratar tan directamente con un dos neuronas, pero al fin y al cabo las provisiones de quienes vienen a La Lola's renunciando al Jamaica dependen de ello.

Delgada es la línea que separa esa casa de buena vida de este rincón de mala muerte, chico, y más en esas noches en las que el brillo de la ausencia de la clientela me hace pensar a oscuras en la posibilidad de que la presencia de ese tipo de mujeres que cobran por lo que Las Tres Desgracias hacen sea algo habitual por estos lares. Sin embargo, y aunque estas también a mi me caen gordas, acabo rehusando la opción, como bien sabes, por miedo a ser yo quién más utilice sus servicios. Y es que en tiempo de crisis, lo que menos se me ocurre es realizar una ingente inversión para follarla en lugar de amortizarla.

No es el dinero lo único que me hace pensar fríamente algo tan serio como convertir esto en un prostíbulo. Están también Leyre e Irene, que no encajarían aquí, y sobre todo el policía cantarín quién, por cierto, como tú, llevaba hasta hoy varios días sin aparecer por aquí.

Dijo la última vez que no creía que hubiese relación entre los dos homicidios que se han dado por esta zona en los últimos tiempos. Pura coincidencia, cree él que ha sido, que ambos fuesen clientes habituales de La Lola's Club. Ya sabes lo que pienso de ello y de que siga paseándose por aquí. Puede parecer histeria, pero es que no soy tan pánfilo como para creerme su historia. No me la creo porque no creo en Dios, ni en el amor, ni en la justicia. Puede parecer histeria, pero no me creo la historia que quiere hacerme creer ese justiciero de medio pelo. Quiere hacerme creer que el Dios del amor le ha puesto en el camino a mi corista justo después de perder el mundo cuatro neuronas. Yo hago que creo, pero en realidad asiento ante sus palabras como ante las del gordo e inepto proveedor.

Muchas veces él se equivoca en sus pedidos y acaba trayendo lo que le viene en gana. No es tampoco que me importe demasiado, pues aquí lo único básico es el ron y el matarratas, pero tengo que dar imagen de jefe. También imagen de jefe debo dar con el tal Pablo, pero aunque me cueste reconocerlo, resulta un filón su aportación.

Tuve, tengo y tendré mis reservas, pero lo cierto es que me sale mucho más a cuenta el que él suba de cuando en vez al escenario e invite a acabar antes las copas a que quién invite sean los clientes a las meretrices. Sólo falta que igual de competente que es en su tiempo libre lo sea en las horas que el trabajo le mantiene ocupado y, como mi amigo el proveedor, reporte a mi club algo más que benditos errores.

Y es que Alfonso, con cada error que en la quiniela de pedidos comete, nos reporta un reintegro en forma de promoción. También Pablo promociona el local con cada visita. La recaudación aumenta cuando él aparece. Sin embargo, mayor beneficio que el reintegro resultante de la no resolución de sus casos provendría de una mayor del uno a los pedidos y del otro a los fallecidos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario