jueves, 18 de marzo de 2010

Nuevas vías, nuevos puertos

Lo nuestro era un absurdo. El mayor de los sinsentidos. Ella puso el corazón. Yo obvie sus latidos y lo puse a disecar. La dejé escapar, y desde entonces, todo es diferente.

Naufrago donde flotan los sueños arrastrados. Me empeño en ver la cara amarga de la Luna, esa que se esconde noche tras noche mientras aquí haces horas extra con tu punto de cordura bajo el brazo. Te parecerá una locura, pero cuanto más acompañado, más solo me siento.

En el patio de la habitación de al lado busco qué fue de aquello, y no acierto a encontrarlo. Quizá porque ella se llevó el recuerdo de qué pudo haber sido de no haberme dado cuenta que aquello era mi casa tres años después de que dejara de serlo.

En mi descargo he de decir que eran otros tiempos. Ahora la vida desdentada me sonríe. Varias veces ha caído y perdido varios dientes, pero otros quedan que bien lucen. Otras piezas quedan cuyo sarro no me impide ser feliz.

Ella parece que se ha vuelto a enamorar. Quizá porque de un tipo como yo jamás se hubiera enamorado. No le culpo. Dicen que la distancia es el olvido, y yo sí concibo esa razón. Quizá porque el olvido no es otra cosa que aprender a vivir sin alguien, y yo a estar sin ella me he ya acostumbrado.

Nuevas tecnologías, tan frías como impersonales, en ocasiones nos acercan. De otras personas a la vez me alejan. Porque dos kilómetros bastan para sentir a alguien lejos si a través de una pantalla los tienes.

Pero no todo es malo. Un lunes cualquiera puedes hacer nuevas amistades como si la polaridad de los días variase. Sin necesidad de alcoholizarse, uno puede buscar su medio limón agrio con el anonimato como inhibidor. No sé si mejor, pero sí mucho más barato.

Hoy en día las palabras se las lleva el viento. Internet, los sentimientos. Para bien o para mal, se abren nuevas vías. Nuevos cauces por los que uno ya no sabe si es mentira lo que en realidad vive o es verdad lo que en la ficción cuenta.

Marinero de agua dulce, en la red también naufrago. Me mareo en este mundo. Quizá no esté hecho para mí. Y sin embargo quiero una en cada puerto, me haga llamar Diego o Juan Alberto.

Como Sinatra la conocí, y como a la otra le echo de menos si no la tengo. Viento en popa y a toda vela navego con la verdad dejando la indiferencia como estela. Con la mentira camino por impersonales senderos. Con sólo pensarlo, de nuevo me mareo. Quizá esto no esté hecho para mí… o quizá sí.

Internet. Nuevas vías, nuevos puertos. De una a otra voy a la deriva. Aparece en mi vida un nuevo absurdo. Tan cerca de una. De la otra tan lejos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario