miércoles, 7 de octubre de 2009

La mala educación

En más de una ocasión me ha resguardado la nocturnidad y he recomendado a alguna amiga un libro con qué cultivarse. Con otras, sin embargo, me ha faltado valor para afrontar la posible saña derivada de una sugerencia tan banal como recomendarles comenzar a elevar su coeficiente intelectual con el cambio de color de tinte.

No es que las rubias me parezcan imbéciles, pues ya ves, cielo, que yo misma lo soy. Ocurre que, en ocasiones, recomendaría un cambio a un color platino con el cual seguir con el erróneo tópico, únicamente en descargo de morenas o pelirrojas que no van muy a la zaga del mismo.

Ayer pude constatarlo. Eso de que las rubias somos más tontas que el resto es un mito. Hay mujeres que, aún siendo morenas, son también bastante estúpidas. Y pude constatarlo con una madre que, en su ignorancia, maleducaba a su hijo a la salida del colegio.

Sé que está mal prestar atención a conversaciones ajenas, y más si son de desconocidos, pero no pude evitar, parada en un semáforo, escuchar como una madre decía a su hijo que lo que el profesor le había dicho en clase era mentira, y que si debía aprenderlo era única y exclusivamente para no llevar un suspenso luego a casa.

El tan controvertido tema, cielo, no era otra cosa que las religiones en la antigua Roma. No sé si por creencias propias, pero en cuanto “religión” y “Roma” salieron de la boca del niño, la madre rebuznó rauda y veloz para corregirle y decirle que “de la religión católica, apostólica y romana, os habrán hablado”.
Fue, ante la negativa del crío, ante lo cual la prima del asno co-protagonista de Shrek advirtió del error del profesor, aun remarcándole el churumbel que la temática sobre la que están trabajando son las antiguas y grandes civilizaciones.

Fue también en ese preciso instante cuando a puntito estuve de estamparle el libro sobre religiones egipcias que venía de comprar en todo el buzón, pues llevando tal bien bajo el brazo, mis oídos hubieron de soportar la aberración que cometía la señora al decir que en la antigüedad se llamaba dioses a las personas famosas.

Ahora, a toro pasado, pienso en lo mucho que me gustaría ver a esa madre, tirada en el sofá de su casa, gritando “niño, calla, ¿no ves que están hablando de La Esteban?”, mientras su hijo le pide que le explique el motivo por el cual ocho por siete son cincuenta y seis.

O, mejor aún, me gustaría haber visto la cara que se le habría quedado si en el momento que califica a los dioses egipcios de personas famosas, abro las páginas de Ra, Anubis, Thot o Amón y le muestro sus formas tan poco humanas (aunque aquí corriese el riesgo de que me enseñase una foto de La Campa ardiendo en cólera o de algún personajillo del Gran Hermano 3587).

Llegados a tal punto, es cuando ya no me sorprenden los retratos que programas como “Clase del 63” hacen de la juventud. Si un parlamentario escribe ‘inundaciones’ con ‘h’, una ministra habla de ‘los miembros y las miembras’ y una madre inculta dice a su hijo que la única religión existente en Roma fue la ‘católica, apostólica y romana’, es lógico que niñatos como los que en ese programa salen coloquen luego a Lugo en Badajoz, a León en Andalucía o digan que ocho por siete son cuarenta “por sus cojones”.

Te sorprenderá la referencia que hago a tal programa. Antes de comenzar el primer pase pude ver un rato, mientras me vestía. Si estabas ya aquí no lo habrás podido ver, pero es denigrante. Me niego a creer que así son las nuevas generaciones. Algo habrá distinto a esos despojos, aunque no salga retratado en lugar alguno. Me niego a creer que nuestro futuro está en manos de hijos cuyas madres niegan rasgos básicos de la historia antigua, y que todos son, realmente, hijos del tomate y el móvil.

Me niego a creer, cielo, que el mundo está perdido. No niego la existencia de animales irracionales como La Esteban, La Campa, la señora del semáforo o los niños de “Clase del 63”, pero me niego a creer que ése sea el futuro.

Y si lo es, que se cumpla el mito egipcio y en 2012 termine un ciclo. Y tras él, que el ave fénix resurja. Y que lo haga con educación. Y sin televisión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario