lunes, 9 de marzo de 2009

Destino, jodido borracho

La crisis no ha pasado por La Lola's Club, chico. El otro día me pareció verla haciendo nuevamente el ademán de entrar, pero finalmente pareció pensárselo mejor, y le doy las gracias. Bastante tenemos con ser prudentes y deber guardar las formas por si al policía ese le da por ejercer, como para encima tener que ahogar nuestras penas en cristasol, o peor aún, en agua de grifo.

Quién sí viene muchas veces por aquí es el destino, y he de decir que es un jodido borracho. Me cae gordo, lo reconozco. No es para menos. El otro día intentó espantarme la clientela haciendo que apareciesen dos neuronas muertas. Suerte que al final le salió el tiro por la culata, e incluso he conseguido hacer nuevos clientes. Ha intentado también privar a estos de la guapa camarera que normalmente sirve, privándole a ella de un ser querido. También nos ha enviado al tal Pablo como perrito guardián, él sabrá con qué fin.

Si quisiera, podría denunciarle por tentativa de robo de clientela con violencia e intimidación, pero el caso es que me da lástima. Como digo, no es más que un jodido borracho loco. Fíjate sino cual ha sido su última apetencia. Ningún cuerdo, a no ser que estuviese bebido, cometería sus errores. ¿Cómo explicarías sino mediante una torpeza de un borracho loco el que ese policía haya pasado con tanta celeridad de investigar un crimen cometido en el callejón a salir al escenario de La Lola's acompañado de una guitarra y precediendo a mi corista, chico?

No me vale como excusa el que este haya podido adquirir el síndrome de Estocolmo. Tampoco acepto el síndrome de Diógenes como eximente. Puede que no le apetezca sacar a relucir toda la mierda del caso del chico del callejón, o puede que haya captado ya ese sugerente regusto a matarratas del final de cada copa, pero ello no lo convierte por obra y gracia de Hades en una estrella. Al contrario, debería haberle convertido más bien en un estrellado, y no parece que Irene le trate como tal.
Contigo se hizo una excepción y saliste al escenario acompañándola porque le desvelé a mi chica aquel que era nuestro secreto, pero aún gustándome la improvisación, lo de este tío te juro que no lo entiendo.

El caso es que, torpeza o no, los avatares del destino incluso me están beneficiando. Cada noche sale ebrio de La Lola's y, al sacar su vehículo del aparcamiento, acaba siempre empotrándolo contra la entrada del local. Sin embargo, en lugar de derribarlo, le deja un nuevo y mejor efecto que el que anteriormente parecía tener.
Primero lo hizo dando publicidad al local por lo de ese chico. Luego, hace unos días, me hizo a mi ponerme circunstancialmente detrás de la barra. Hoy, mientras, parece haberse dado de bruces con las intenciones que haya podido tener con el inspector ese al que tanto gusta ser protagonista, y no precisamente por sus actos de servicio. Creo que, por su bien, alguien debería decirle al destino aquello de "si bebes, no conduzcas".

Y es que hoy ese policía se ha dejado la placa, la gabardina, los principios y las preguntas en casa. Hoy son más bien las almas errantes las que se cuestionan cómo ha podido pasar en tan poco tiempo de ser un desconocido más de los muchos que por aquí transitan a permitirse la desfachatez de preceder en el escenario a esa chica que les tiene cautivados oídos y corazones, si los hubiere.

Él no les ha cautivado, si bien parecen no estar tampoco excesivamente disgustados con su actuación. Sin embargo, no acaban de concebir que un ángel custodio se haya convertido en pecador con tal celeridad. Seguro que, tras ver La Guerra de las Galaxias, ninguno de ellos se quedó con la sensación de una tan fácil corrupción como la suya, pues ni tan siquiera George Lucas concibió un tan rápido cambio al lado oscuro.

Parecía como si al tal Pablo le hubiese pasado por encima Mister Proper "manchasuelos" en mano, o como si le hubiera tocado en gracia en la tómbola del barrio una espiritual oscuridad más propia del anuncio aquel en el cual, como en la etiqueta del "Don Limpio", aparecía también sin articular palabra un místico alopécico. Aunque, a decir verdad, no creas que me importa mucho. Al contrario que el líquido de suelos, me da igual que no limpie. Sólo espero que tampoco manche.

No sé qué nos deparará el mañana, chico. Sólo el alcohol lo sabe. Ese alcohol que el destino, ese jodido borracho, absorbe cuán esponja en la barra para, quizá, volver mañana a empotrar su coche contra mi puerta. Sólo espero que, de hacerlo, sean los daños tan escasos como lo han sido hoy.

No hay comentarios:

Publicar un comentario