"Definitivamente, muchacho, La Lola's no es, ni por asomo, como el Savoy. Llevo un rato fijándome en la gente, y la mayoría creo que deben todavía medio metro para llegar a la suela de los zapatos a los tipos del Savoy. Allí, eres un completo desconocido la segunda vez que entras, pero a la tercera, todos te reconocen cuando como si de un rito sectario se tratase, te diriges al lavabo a persignarte con el agua del retrete. Aquí, sin embargo, los meapilas que transitan no se persignarían ni aún colocando una pila bautismal como portero. No creas que no siento lástima por ellos. Deben creerse mucho. Pobres. En el Savoy, sería su sangre con lo que aquellos que se persignan se santiguan.
Fíjate en el pollo de aquella mesa. He estado antes charlando con él, y todavía no sabe si cuece o enriquece. Entre cacareo y cacareo, he conseguido descifrar que su cometido es el de escribir un artículo de opinión. Donde estén aquellas columnas góticas del gran Chester Newman, muchacho… Deseo, por su bien, que haya cambiado de idea. Lo que llevaba escrito cuando me retiré de allí sólo tendría sentido en el Savoy como segundo plato, con guarnición de bazofia".
Parecía que Alvite empezaba a conocer realmente como es por dentro La Lola's Club. Dijo, entre sorbo y sorbo de bourbon, que lo que aquel bendito buscaba plasmar era algo tan insulso e insípido como la polémica que se ha creado en Barajas por culpa de la nieve. Su mayor error no era ya el querer plasmar esa idea, sino el haber puesto nombre al niño antes de saber si sería varón o hembra. Decía algo así como que "Año de nieves, año de bienes, fin de la crisis, pensarán los socialistas; mientras los populares rezan por que esas nieves se repitan no para que haya más bienes, sino para, ávidos de sangre, ver como ruedan cabezas si lo que se repiten son los males del gobierno". Buena metáfora, la suya, de no ser que en días como hoy, en los cuales hasta los chicos del billar han hecho un muñeco de nieve antes de entrar a tomarse sus copas, es algo poco elocuente.
Ayer, igual de imprevisible que siempre, faltó a su cita. Tuvo suerte, el bueno de Alvite. De haber acudido a mi llamada, habría conocido a aquel alma cándida que añadía a su copa de ron un par de lágrimas por palabra que balbuceaba. No es que sea atípico el encontrarse con alguien que, a fin de cuentas, tenga su corazoncito, pero sí que lo abra de par en par en un sitio como este. Aquel lamento de amor tan sólo lo escuchamos Leyre y yo, y por como ella le miraba, creo que no era la primera vez que lo hacía. Le faltan canas y le sobra pecho para ser como dice Alvite que es Ernie, pero si en Valladolid hay alguien con su magia, quizá sea ella, pues es ella quién consigue dar de madrugada ese ambiente a caballo entre el morbo y la compasión en La Lola's.
Supongo que, de escuchar tal paralelismo, Alvite lo consideraría descabellado, o incluso un insulto hacia su añorado Savoy. Para él, aquello era como un purgatorio de almas errantes, al cual faltaba limpieza para ser cielo y sobraba humo para ser infierno. Y es que incluso el infierno suele tener el ambiente menos cargado que el del Savoy.
Nunca he estado allí, pero dudo mucho que Ernie diste mucho de lo que él cuenta. Dice siempre Alvite que Loquasto no tiene suficientes virtudes como para ser considerado diablo, ni suficientes defectos como para que lo tomen por un santo; pero después de todo, bastante tiene con purgar almas diariamente mojando su trapo con licor cuarenta y tres, ¿no?
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